martes, 10 de abril de 2012

Mareo rima con Bermeo


De camino a Grecia nos encontramos con mal tiempo. Tan malo, que después de estar dando tumbos durante cuatro horas, el capitán decidió fondear en una bahía protegida y esperar a que la cosa mejorara. No es que le fuese a pasar algo al barco en sí, pero lo malo que tienen los yates es que suelen llevar dentro un montón de cosas caras que no llevan bien los meneos violentos.

Tengo la suerte de apenas marearme, pero siempre que el tiempo es malo me es inevitable no acordarme del peor temporal que sufrí en mi vida junto con la peor experiencia a bordo de un barco. Siempre me acuerdo de Bermeo.

A unas siete millas de la costa de Bermeo hay una plataforma de Repsol. Sale en la película “La vida secreta de las palabras” y más recientemente en la serie “La fuga”. Cuando terminé en la escuela náutica me tocó hacer las prácticas en los barcos que le proporcionan servicios a esa plataforma. Si tuviera que elegir entre la cárcel o volver allí, iría a la cárcel sin pasar por la casilla de salida y dando saltitos de alegría.

Es difícil resumir dos meses y medio tan largos. A los dos días de embarcar nos cogió un temporal de fuerza diez como espero no volver a sufrir nunca. Nunca he visto olas tan grandes. No sé a cuanto llegó la velocidad del viento porque el anemómetro sólo marcaba hasta 60 nudos. Nunca he vuelto a ver la auténtica lluvia de lado. Nunca he vuelto a vomitar de tal manera durante tanto tiempo. Nunca he vuelto a dormir como Spiderman, agarrado a la cama como una garrapata para no caerme al suelo.

Solamente pisábamos tierra un par de horas cada quince días. Allí conocí al peor capitán que he tenido hasta el momento y al cocinero más guarro. Abría la puerta que daba a cubierta, sacaba la minga, y ya lo fregaría la siguiente ola. Allí me aburrí como sólo un preso puede aburrirse. Sin portátil, acabé todos los libros que llevé (que no eran pocos) en unos diez días. Mi único entretenimiento era el pinball del móvil. Y más tarde, y por suerte, la pesca.

Cuando empezó la temporada de la caballa (verdel le llaman por allí) la cosa mejoró un poco. Siempre me gusta sacarle el lado positivo a las cosas y lo que saqué en claro de esa experiencia fue la pesca de la caballa.

Verás, Forrest, yo sé todo lo que hay que saber sobre la pesca de la caballa. Allí pesqué, hasta tener las manos doloridas de levantar el sedal, kilos y kilos de pescado. He comido caballa de todas las maneras posibles. Caballa frita, al horno, caballa rebozada, a la plancha, caballa en escabeche, a la brasa, ensalada de caballa, caballa rellena… Podía estar horas escribiendo sobre este delicioso pescado, al fin y al cabo, aun me queda más de media guardia. Pero no quiero aburrir. Más.

Mañana por la mañana, si el tiempo lo permite, seguiremos nuestro camino hacia Zea Marina, Pireo.

Empieza la semana santa ortodoxa.

Kalinigta.

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