martes, 31 de julio de 2012

Costa Azul (II)


Ayer me quedó por poner la opción D en la adivinanza: Llamar a tu chófer personal y que te lleve en el Rolls Royce que tienes cubierto de telarañas en el garaje. Pero la respuesta correcta era la del autobús, evidentemente.

El jueves partimos hacia Saint Tropez. Allí, fondeados, pasamos el resto de la semana. En la clasificación oficial de Sitios Sobrevalorados del Mediterráneo Saint Tropez ocupa el primer lugar de manera destacada. Sanxenxo o Baiona le pegan mil patadas. Claro que en Baiona no te cobran siete euros por un café mientras ves como atraca un barco con Beyoncé en la popa. Hay quien le ve cierto encanto a eso. Yo no.

Nuestros invitados se pasaron los días comprando objetos de decoración de plástico duro que en cualquier Ikea del mundo costarían un par de euros. Aquí costaban diez veces más simplemente por llevar una pegatina distinta. Está claro que el precio de las cosas no es más ni menos que lo que la gente está dispuesta a pagar por ellas.

Por otro lado, los restaurantes han perfeccionado el viejo truco de abrirte una botella de agua y cobrártela aunque no la hayas pedido. Aquí la botella es de Champagne y te cobran cerca de mil euros, para que vayas abriendo boca.

Así pasamos estos últimos días. Llevando gente muy rica de un barco que jamás podremos permitirnos hasta un sitio al que no iría aunque pudiera.

El lunes llegamos de nuevo a Mónaco. Los invitados se irán entre hoy y mañana. Después me temo que nos esperan tres semanas fondeados.

En la Bahía de los Barcos Sin Dueño.

domingo, 29 de julio de 2012

Costa azul (I)


Semana intensa de trabajo. Un poco más dura de lo normal al ser justo después de las minivacaciones en casa. Por suerte ya está acabando.

Atracamos en Mónaco el martes por la mañana. En poco más de tres horas ya habíamos recibido cuatro o cinco currículums de gente buscando trabajo como marinero. La crisis, podría pensar uno. Pero cuando miras a tu alrededor y ves unos 20 yates de más de 50 metros de eslora uno se plantea si eso de la crisis no será un cuento chino, como la gripe aviar.

Por cierto, menudos currículums. Nosotros somos unos cabronazos  y cuando vayamos al infierno sin pasar por casilla de salida estaremos condenados a vagar por un pantalán infinito cargados con una mochila llena de currúculums de plomo por reírnos cruelmente de la gente. Pero lo siento. Alguien que ha servido bebidas durante una noche en un barco no es un marinero. Un alemán que se crió en una granja de Namibia y que dice que sabe hacer armarios, no es un marinero. Y alguien que ha trabajado dos días en un barco y tres años en una fábrica de chocolate no es un marinero. Aunque si se llamase Willy Wonka lo consideraríamos para el puesto.

En fin. Ya con los dueños y sus amigos a bordo, el segundo oficial tuvo una de esas experiencias rocambolescas que a veces le pasan a uno trabajando en esto. El armador quería retirar 1320 euros de su cuenta. Ni un euro más, ni un euro menos. Y dijo que para eso un cajero no le servía. Apuesto a que al cajero automático hasta le saldrían manos para darle un masaje al hombre sólo con comprobar los datos bancarios de la tarjeta, pero es esa desconexión total con el mundo real lo que hace entrañable a nuestro armador. A veces me recuerda al Señor Burns pidiendo que envíen una carta a Prusia en el autogiro de las doce.

Total, que decidió ir al banco y que el segundo oficial le acompañase. Como quedaba un poco lejos, tenía tres opciones para desplazarse hasta allí: A.- Coger un taxi. Opción más lógica. B.- Pedirle al capitán que alquile el coche que te apetezca utilizar esa mañana. Opción lógica si eres un billonario en Mónaco. C.- Coger el autobús urbano. Opción lógica si eres un muerto de hambre que escogió mal el destino de sus vacaciones.

¿Cuál creéis que escogió nuestro dicharachero armador junto con nuestro sorprendido segundo oficial?

La respuesta mañana, que si no se me hace muy largo.

sábado, 21 de julio de 2012

Paseando por Génova


Ayer hice una retirada a tiempo de la fiesta, lo que hoy me permitió levantarme suficientemente fresco como para ir a dar una vuelta por esta pintoresca ciudad.

Nada más salir me encontré en el primer bar a algunos compañeros curándose la resaca como mejor saben. Rechacé amablemente su invitación a sentarme con ellos y seguí mi camino. De lejos pude oír a sus hígados pidiendo clemencia.

Pasé la zona del puerto dónde se escucha más español que italiano debido a los cientos de inmigrantes latinoamericanos y subí por la zona vieja hasta Vía Septembro. Ya había comido en el barco, así que esta vez me salté las paradas de la heladería y el sitio de los kebabs. Un paseo agradable entre puestos callejeros dónde se puede encontrar desde frutas y hortalizas hasta antigüedades. Y libros. Miles de libros.

Llegué al Fnac. La excusa era comprarme unos nuevos auriculares. La realidad es que me puedo pasar horas curioseando en esas tiendas. Estaba viendo los juegos de ordenador cuando uno de ellos me llamó la atención: Un simulador de chatarrerías. Iba a echarle un vistazo por detrás para ver como narices me podrían vender que gestionar una chatarrería es lo más interesante del mundo cuando vi la madre de todos los simuladores: Garbage Truck Simulator.

La órdiga. Ahora sí que sí. Manolito, ¿tú qué quieres para tu cumple el Fifa 13 o un simulador de camiones de basura?  Lo de la chatarrería ya no parecía tan malo. ¿Cómo van a convencer a alguien de que recoger mierda es divertido? ¿En qué coño estaban pensando los desarrolladores de esa compañía? Hubiese pagado por estar en esa reunión dónde a un iluminado se le ocurrió la idea.

Pero a lo mejor no está tan mal. Puede que hayan contratado a un guionista y a un locutor del Discovery Channel de manera que te narren el juego.”Es una madrugada tranquila en Ciudad Capital, ¡pero de repente, los basureros se encuentran un contenedor tirado por el viento! Los muchachos se ponen en acción…”

También puede que el juego esté ambientado en Nápoles y sea de estrategia y puedas escoger jugar con la mafia, el ayuntamiento o los vecinos cabreados. Nunca se sabe.

Volvía ya para el barco barrenando en estas tonterías cuando vi un cartel enorme que anunciaba un evento de teatro y judo en el palacio ducal. Lo leí un par de veces para asegurarme de que no me había afectado el sol. Ser o no ser… ¡kiá! ¡Ippón! Como me gusta esta ciudad.

Volví a bordo después de saludar de nuevo a los compañeros del bar. A esas alturas sus hígados ya se habían resignado a su fatal destino.

Fue una tarde entretenida.

viernes, 20 de julio de 2012

¿Qué hay de nuevo viejo?


Si las cosas en casa cambian muy poco durante cinco meses, las cosas a bordo durante una semana cambian aun menos. Génova me recibió con el cielo encapotado, como cuando me fui y la tripulación me recibió con una sonrisa y un apretón de manos, como cuando me fui.

Semana tranquila en general, me comentaron. Sin noticias de los dueños, lo que siempre es bueno. Tampoco hubo noticias de ningún charter, lo que no es tan bueno.
La sorpresa agradable del día me la encontré al encender el ordenador. Internet a velocidad de persona. Resulta que han conectado un cable a tierra y tenemos una conexión decente. Todo un lujo. Lo malo es que durará sólo mientras estemos aquí. Una razón más para que me guste ese sitio.

El plan (sorprendentemente tenemos uno) es partir el lunes por la tarde hacia Mónaco. Allí recogeremos a los dueños y a doce invitados para una semana intensa de trabajo para nosotros y de no hacer absolutamente nada para ellos. Barco lleno. Después Dios dirá. Agosto sigue siendo la gran incógnita.

Hoy tenemos fiesta-barbacoa organizada a medias por nosotros y la marina y después fin de semana libre. Tiempo de disfrutar de mis sitios favoritos de la ciudad, si la climatología lo permite.

Ya os contaré.


jueves, 19 de julio de 2012

Vigo, hola y adiós


El día que inventen los días de 26 o 27 horas, me compraré unos cuantos, para estos casos. Estuve en casa. Ni siquiera una semana, pero fue maravilloso. Hice un millón de cosas pero me quedaron un millón más por hacer.

No vi ni a la mitad de la gente que me hubiera gustado haber visto, y a los que vi, no los vi ni la mitad del tiempo que me hubiese gustado verlos, pero ha sido un auténtico placer. A pesar de que el vuelo no fue precisamente barato y de que no fue demasiado tiempo, hubiese compensado aunque  fuese el doble de caro y la mitad de tiempo.

El año pasado no pude disfrutar ni un solo día de verano en casa con la gente que más quiero, y ya había ganas. Me he desquitado un poco. Entre ir a la playa y a la piscina, me ha dado tiempo a secuestrar reinas, darle poder a mi mujer para echar a los colonos de mis tierras, construir hormigueros, ver la que espero que algún día sea mi casa, dar un monólogo… pero sobre todo a estar con la gente. No hubiese sido posible sin las habilidades organizativas y de gestión de Andrea. Gracias otra vez por unas mini vacaciones excelentes.

Mientras subíamos en coche hacia el aeropuerto le eché un último vistazo de despedida a la ría. Tocaba sumergirse de nuevo en el ambiente laboral. Pero estos días han sido como tomar una fresca y profunda bocanada de aire.

La mitad de la temporada ya queda por la popa. No es que quede realmente poco, pero ya quedó mucho más. He tenido tiempo también de renovar mi surtido de ocio. En los próximos meses danzaré con dragones, veré en pantalla como chocan los reyes, mataré al diablo por tercera vez y saltaré por la ventana junto con un abuelo que no es el mío. Creo que estoy bien equipado.

Ya estoy a bordo y tengo guardia. Comienza el sprint final. Intentaré disfrutar de cada zancada.

Y volveré.