sábado, 29 de junio de 2013

Dame más



Ni un mes ha pasado desde que el Celta se salvó milagrosamente en la última jornada. Y yo ya lo veo jugando la Copa de la Uefa. El fútbol no tiene memoria, dicen. Y yo soy un feliz amnésico idiota.

Ya están todas las heridas curadas. Olvidadas todas las desilusiones. Soy un soñador y un optimista empedernido y aun por encima me dan motivos. Chispa para la gasolina.

Y como no soñar. Si lo primero que se hace es echar a un entrenador que no me convencía. No es que el que vino me convenciera mucho, pero parece que ha tenido un efecto en los fichajes que ni podía imaginarme. Más de la mitad aun no han llegado, lo sé, pero en mi imaginación ya está el equipo hecho. Como no soñar con ese tridente de ataque que puede ser Nolito, Charles y Rafinha. Como no soñar con ese Andreu Fontás lo-lo-lo lo-lo-lo. Ese fútbol de salón (es que ya lo veo), futbol de salón, futbol de salón.

Y esa camiseta. Oh-Dios-Mío. Esa camiseta. Esas camisetas mejor dicho. Adidas celeste. Esa equipación es de Champions League. Sí es que claro que sí, no sólo hay que ser buenos, hay que parecerlo. Y este año vamos a parecer los Alas de Júpiter. Este año me voy a comprar hasta las bragas del Celta si las sacan. Coge mi dinero y corre.

Y así, entre quimeras, va pasando ese periodo sin fútbol que es el verano. Para matar el gusanillo se puede ver esa pachanga que los mejores futbolistas del mundo juegan en Brasil, pero, qué quieres que te diga, la verdad es que no me interesa demasiado. La Copa de las Confederaciones esta me parece la competición más descafeinada del mundo por mucho que el Marca se empeñe en vendérmela. Es como el día del padre o el día del amor. Un invento del Corte Inglés.

Con mi abono de socio renovado por vigésima vez yo seguiré esperando a que empiece la temporada de verdad. La del sufrimiento semana tras semana. La del batacazo inminente a la vuelta de cada esquina.

Un mes ya es más que suficiente. Yo ya estoy listo.

Dame más.

viernes, 28 de junio de 2013

Una serie de catastróficas desdichas



Hace justo un mes el capitán me decía: “Vaya, sólo un mes para el chárter” y luego añadía: “¿Sabes qué? Tengo un mal presentimiento sobre este chárter”. No podía haber estado más acertado.

Ya antes de la rodilla de la recluta patosa, el jefe de máquinas tuvo que irse a casa para una operación de piedras en la vesícula. Nada demasiado grave. Reposo en un caso (ya sabéis que pasó) y una operación simple y cambiar el vodka con Coca Cola por un vasito de vino en el otro. Pero ya eran dos las bajas.

Pero poco después de eso tuvimos dos pérdidas mucho más importantes. Y por desgracia definitivas. El jefe de cocina y su mujer, la jefa de interiores, decidían dar por finiquitada su etapa como trabajadores de este barco después de doce y diez años respectivamente. Desavenencias con la familia del armador, por decirlo suavemente. Estaban hasta los cojones de aguantar tonterías sería otra manera de decirlo.

Quedaban unas dos semanas para el chárter cuando el chef sustituto aterrizaba en Atenas. Un italiano bajito, regordete y con bigote. No se llamaba Vincenzo. Una decepción para mí. Tampoco Mario. Una decepción para el resto de la tripulación. La verdad es que ni siquiera sabemos cómo se llamaba porque no llegamos a conocerlo. Nada más salir del avión se cayó por las escaleras rompiéndose una mano, una pierna y lastimándose el cuello y la cabeza. De hecho al llegar al hospital ni siquiera él mismo sabía cómo se llamaba.

 Para forzar un poco más la situación, los dueños decidieron que sería buena idea utilizar el barco justo el fin de semana antes del chárter, dejándonos el tiempo justo para llegar a la frontera entre Francia y España y preparar todo. Total, mil cien millas es una carreriña dun can. Había que rezar para que tiempo acompañase.

Y el tiempo acompañó. Sólo que el mal tiempo. Todo el puñetero viaje. Y limitados por la proximidad de la fecha límite no pudimos apartarnos de la ruta ni media milla. Ni mucho menos parar y refugiarnos en algún sitio como el buen juicio aconsejaba. Aun así y tras cuatro larguísimos días llegamos a nuestro destino. Port Vendrés. Llegamos a las dos de la mañana y fondeamos cerca del puerto. Fue maravilloso dormir cuatro horas seguidas.

A la mañana siguiente íbamos a izar el ancla para ya, al fin, entrar a puerto. Ya estaba hecho. Después de todo lo que había pasado íbamos a llegar a tiempo, sin demasiado retraso considerando todo lo ocurrido. Pero el ancla no venía sola. Liada alrededor de la cadena venía toda una línea de nasas para coger pulpo. Y lo peor de todo ¡ni un puñetero pulpo!

Pero al final. Aquí estamos. Donde debemos y cuando debemos. El barco y la tripulación estamos listos. Y lo mejor de todo, en dos días estaremos en España.

Casi huelo el ajo.

miércoles, 12 de junio de 2013

Recluta patoso II



Como la recluta patoso no se da decidido a sentarse en el baño y pegarse un tiro, pues sigue a bordo. Había dejado la historia con una rodilla maltrecha con docena y media de puntos de sutura. ¿Que el domingo con los dueños a bordo no trabaja? pues calma, que diría Cristiano. ¿Qué hacer al lunes siguiente que tenemos el día libre? ¿Reposar y dejar que la herida cure bien? Por favor, que cosas tengo.

Lo que a la recluta patoso se le ocurre es ir a la playa, evidentemente. Porque la vida son dos días y hace solete. Y mira tú por dónde que después de andar todo el día encima de la pierna e ir a un sitio lleno de arena (cosas que tienen las playas, oyes) y recordando siempre que estamos hablando de una persona que podría degollarse a si misma con una barra de pan, pues la herida va y se infecta. Para mear y no echar gota. Quien podría imaginárselo.

Al día siguiente trabaja algo, pero la pierna duele. Y aun duele más un día más tarde así que decide ir al médico.  Allí ven la infección y deciden que tiene tan mala pinta que es mejor que se quede ingresada un par de días. Tienen que quitarle los puntos, abrirle de nuevo la herida y limpiársela bien. Un desperdicio de agua con la sequía que hay. Utilizan anestesia local. Así es como un tropiezo acaba en una operación en un hospital.

Pasaron los días. Volvió al barco y al trabajo. Ayer fuimos a cenar fuera casi toda la tripulación. Ella estaba fumando y alguien le dijo de coña al capitán. “Mira, y seguro que en su currículum pone que no es fumadora, como todas”. A lo que ella respondió: “Si fuera esa la única mentira…”

Resulta que para la foto del currículum se fue a una tienda a buscar una camisa blanca y unos galones. Como no tenía ni idea de los rangos escogió unos de segundo oficial de cubierta, que eran muy monos. En una agencia de embarque le comentaron que era bueno que pusiese que practicaba algún tipo de deporte. Como no hace ninguno, ¿sabéis que puso? ¿Vela, natación, surf? ¿Algo relacionado con el mar? Por favor. ¡Golf! La razón: En un barco nunca le pedirían que demostrase lo buena que es. Es la más estúpida y mejor peor decisión de la que tengo noticia.

Estaba a punto de contarnos algo más cuando extraña pero sabiamente decidió que era el momento de callarse.

Lástima que no use esa intuición más a menudo.

miércoles, 5 de junio de 2013

Operación Queimada



A finales de mes tendremos un chárter por aguas españolas que espero con impaciencia. Los invitados serán un grupo de estadounidenses que ya estuvieron a bordo hace dos veranos. En aquella ocasión, y en gran parte debido a la incompetencia de la antigua jefa de interiores, se cometieron algunos errores de bulto que no queremos que se vuelvan a repetir. El más vergonzoso fue sin duda el no preparar ni una mísera banderita americana para el cuatro de Julio. Otro barco amarrado en Saint Tropez parecía un trozo de Times Square.

Por razones obvias de nacionalidad, en esta ocasión me va a trabajar más de lo normal en la preparación del chárter. De hecho ya me está tocando. No me importa. Es el único que tenemos esta temporada y es agradable colaborar en el disfrute de gente simpática.

El proyecto estrella es una “Spanish Night Fiesta”. La idea de la jefa no está mal, aunque va a ser un homenaje al estereotipo de España de toda la vida. Una especie de Feria de Abril con paella. Me pidieron opinión sobre alguna bebida tradicional para después de la cena. “Queimada” dije sin dudarlo. “Is that typica Spanish?” preguntaron escépticos. “Of course” aseguré. “Más que los toros”.

Les mostré a lo que me refería con “Queimada” y todos quedaron encantados con la idea y convencidos de que a los invitados les gustaría. Fuego y alcohol. Si a alguien no le gusta eso es que no es de fiar.

Así comenzó la “Operación Queimada”, que está en pleno desarrollo. Conseguir el recipiente de barro, enviarlo a Barcelona, traducir el “conxuro” al inglés para que sepan de qué va el rollo… Nada imposible, si no tuviera que hacer cien cosas más. Por suerte estoy recibiendo apoyo logístico desde la madre patria.

A la hora de la verdad también puede que me encuentre con algún problema técnico, ya que la verdad es que no he hecho una queimada en mi vida. Lo bueno es que los americanos tampoco (espero) así que se tragarán lo que les dé salga como salga.

Además vivimos en la era de la información. Me juego un pie a que hay un video tutorial en Youtube donde un mejicano explica paso a paso como hacer una queimada. “Pongan el asúcar en el resipiente con cuidado para que no se voltee… “etc, etc.

Malo será.

martes, 4 de junio de 2013

Recluta patoso



Uno aprende lecciones para la vida donde menos se lo espera. Hace mucho tiempo, estábamos jugando al fútbol en el Campo de las Brujas cuando el mítico Leri se empeñó en enseñarnos cómo se tira un penalti. Colocó el balón, nos miró y dijo: “Lo primero de todo: El que no vale, no vale. No pasa nada. Ese puede jugar a otra cosa.” Luego siguió la parte técnica del lanzamiento, pero yo ya me había quedado con lo fundamental de la lección.

Este año tenemos una chica trabajando a bordo. No sé que se le dará bien, pero desde luego no es trabajar en un barco. Quizás toque el piano o la flauta travesera o sea un hacha haciendo crucigramas. Ni lo sé ni me importa, pero esto no es lo suyo. No es que no sea buena azafata, es que no es azafata. Ni camarera.

En menos de dos semanas ya había conseguido pelearse con su compañera de camarote. Supongo que sería por eso que decidió buscarse otro sitio para dormir en el camarote de al lado. Pese a haber camas libres eligió una ya ocupada por un marinero, pero a ninguno de los dos pareció importarle compartirla.

Si una camarera rompe un vaso en un bar, pues bueno, es algo que pasa. Si rompe varios de golpe habrá que empezar a sospechar que igual no se le da muy bien eso. Esta chica hizo el más difícil todavía: Siete vasos. De una patada. Cada vaso cuesta 120 euros.

Pero podría ser que simplemente fuese un poco mucho torpe, pero que atendiese bien a los invitados. Tampoco. Entre otras cosas, cada vez que le piden algo levanta el pulgar en plan okey makey. Creemos que se debe a que en los pubs londinenses donde solía trabajar la música suele estar bastante alta y hay que comunicarse por gestos.

Y no es sólo que su torpeza le salga cara al barco (los vasos no han sido sus únicas víctimas) sino que es hasta peligrosa. Este último fin de semana, realizando la peligrosa tarea de sacar la basura, tropezó no se sabe muy bien como, se cayó y se lastimó la rodilla. Algo que también le podría pasar a cualquiera.

Pero cuando tienes destreza -5 y fallas la tirada de salvación resulta que tu rodilla se golpea contra un bordillo roto y el resultado son cinco puntos internos y trece externos. Dieciocho. Y tiro y me como un bizcocho.

Así que ahí la tenemos ahora. Reposando su rodilla en el camarote mientras el resto trabaja. Claro que sus compañeras ya deben estar acostumbradas, porque por supuesto se marea cuando el barco coge un poco de mala mar.

Aunque visto lo visto, casi mejor. Todos nos sentimos más seguros.

A ver si se va pronto a jugar a otra cosa.