miércoles, 28 de junio de 2017

Sagrada Familia



No sé cuantos meses en Barcelona y aun no he visto por dentro La Sagrada Familia. Lamentable. No tengo excusa. Siempre me digo que la próxima vez pero nada. Ya si eso cuando la terminen.

Eso no me ha impedido leer un poco e interesarme por el tema. Aficionado como soy a hacer churritos de arena mojada en la playa (Ahora que tengo un niño pequeño, sin parecer un loco o un tarado mental), es un edificio que siempre me ha llamado mucho la atención. Entre eso, que hace un par de meses me enteré de cómo había muerto Gaudí y que me apetecía escribir algo pseudohistórico pues me dio el punto. Un historia la mar de interesante por cierto.

Un día un librero de Barcelona se despertó, echó un pis, se miró al espejo y se dijo: Vamos a construir una iglesia de la leche. Pero claro, las iglesias son caras, así que el tío fundó una asociación para recaudar pasta con donativos de la gente. Al fin y al cabo él ya había tenido la idea, que la demás peña aportase algo.

No le fue mal al principio y reunió suficiente para comprar un terreno en lo que más tarde sería El Ensanche. ¿Sabéis lo de “todo esto antes eran campos”? pues tal cual. Animales pastando y poco más. 172 mil de las antiguas pesetas. Un chollo.

Así que le encargan el proyecto a un arquitecto y este planifica la típica neogoticada con una torre de cien metros de altura. Y ahí se ponen a construir. Pero resulta que el librero y el arquitecto, de cuyos nombres no quiero acordarme, no se llevan bien y el segundo se larga. Le ofrecen el proyecto a varias personas, todas rechazan y al final la cosa cae en manos de Gaudí, que básicamente pasaba por allí, tenía 31 años y había acabado la carrera anteayer.

Lo primero que hace Gaudí es ver los planos y negar con la cabeza. Y dijo: “Esto no vale para nada. No voy a tirar lo que ya está construido porque la pela es la pela y yo no he puesto un duro, pero vamos a cambiar absolutamente todo”. Y a ello se puso. Churritos de arena mojada a tope.

De lo segundo que se da cuenta Gaudí es que la obra le va a llevar siglos. Y no digo como cuando llegáis al trabajo un lunes y pensais “mierda, terminar esto me va a llevar siglos”. El hablaba literalmente. Así que tuvo una gran idea: En vez de construir los muros en plan una fila de ladrillos y luego otra en horizontal pensó ¿Qué tal si primero tiramos para arriba una fachada entera y así se ve algo acabado y podemos cobrarles a los turistas 15 pavos desde ya aunque el resto siga en obras? Bang. Planazo. Feito a eito.

La construcción no iba mal del todo, pero muchas cosas las decidía Gaudí sobre la marcha. Se involucró tanto en el proyecto que los últimos meses de su vida los pasó viviendo en el propio taller. Llegó un momento en el que dijo:”Ostras, me hago mayor y no he puesto aun esto todo sobre planos. Como la palme a ver quien termina esto”. Así que construyó un par de maquetas a escala para que sus ayudantes viesen como quedaría todo y por donde iban a ir los tiros. Espero que algo muy parecido haya hecho ya George R.R. Martin.

Así fue cobrando forma la cosa. Muy despacio porque a veces había dinero y a veces no. Gaudí hasta planeó una zona ajardinada alrededor de La Sagrada Familia. Algo impresionante con forma de estrella de ocho puntas. Pero claro, los que manejaban la pasta le redujeron las puntas a cuatro. Más tarde ni eso. Los jardines no dan dinero pero la especulación inmobiliaria de la zona sí.

Gaudí murió, como saben los que juegan al Trivial conmigo, después de ser atropellado por un tranvía. Que ya hay que andar despistado. La velocidad punta de un tranvía de la época era más o menos la del coche de Alonso de ahora. Además Gaudí de aquella vestía como un mendigo así que la gente de la calle pasó de atenderlo y varios taxis se negaron a llevarlo a un hospital.

Su obra se continuó y se espera que se acabe en el 2026, coincidiendo con el centenario de su muerte. Yo iré a visitarla la próxima vez que tenga tiempo.

En realidad, dudo bastante de las dos cosas.

martes, 20 de junio de 2017

A por la enésima vez



Pues aquí estoy de nuevo. Barcelona, el barco, todo más o menos igual. Mismos compañeros, algunos nuevos y un par de meses por delante para ver algún sitio en el que nunca he estado.

El plan de este verano era salir de aquí para pasar unos días en el sur de Francia y luego Agosto en las islas griegas del mar Jónico.  Sorpresa mayúscula que me llevé cuando me contaron que igual tenemos que hacer una parada en Argelia. ¿Argelia? Sí. ¿Seguro que Argelia? Qué sí. ¿Argelia en el norte de África? No, Argelia en Murcia, no te jode. Bueno esto último no fue exactamente así. Mis compañeros no saben dónde está Murcia.

En fin, que parece ser que debido a la compra de una nueva lancha para nuestro barco y la posibilidad de ahorrarse el tener que pagar el IVA por ella, Argelia está sobre la mesa como posible destino fuera de la Unión Europea. Todo legal, claro. En pleno 2017, trabajar en el mar sigue siendo maravilloso. Veremos qué pasa al final.
Por otro lado, la oportunidad de conocer un par de islas griegas más me apetece bastante. Hace años ya que no piso la tierra de los gyros y las Mythos, y aunque no es que la eche de menos ni un poco, pasé tanto tiempo ahí en el pasado que acabé por cogerle cierto cariño a ese país y a los malditos malakas que lo habitan. El sur de Francia ya no me seduce tanto.

Mientras, ya que será un triste verano sin Mundial, Eurocopa o Juegos Olímpicos, me vine bien surtido de libros. El primero, la continuación de Mr. Mercedes (cojonudo). Me parece impresionante la capacidad de producir libros como churros que tiene Stephen King. Que de tanta cantidad aun por encima a veces salga calidad es ya digno de estudio. Y hablando de King, he aquí mi predicción de Junio 2017. La adaptación de su saga de La Torre Oscura a serie de televisión, o bien fracasará estrepitosamente o bien no se parecerá a los libros más que en el título. Nostraprosi dixit.

Visto el primer tráiler, parece ser que será más bien lo segundo.

Navegando, ya sea por el mar, por páginas de papel o por internet, intentaré echar de menos lo menos posible lo que dejo en casa.

Y es que, ni viajes, ni sitios nuevos, ni leches.

Cada vez cuesta más soltar amarras.