lunes, 9 de abril de 2018

Sesenta grados norte

Y en esto que llegamos a Noruega. Nos acercamos a tierra entre rocas y niebla en uno de esos días en los que se ve el frío. Una navegación bonita antes de amarrar en Bergen, donde nada más aproximarnos a la ciudad vimos como nos daba la bienvenida un grupo de gente bañándose en agua a cinco grados centígrados. Reto apuntado.

Justo cuando iba a tener algo de tiempo para descansar vinieron a bordo tres agentes de la guardia costera. Control rutinario. Más ganas de curiosear en el yate que de buscar problemas. Casualidades de la vida, el oficial al mando no sólo vivía en Valencia cuando no está embarcado, si no que conocía Vigo ya que había estado incluso en la escuela náutica de allí.

Cuando terminamos fuimos a dar una vuelta y pude comprobar lo bien preparado que vine para el clima de aquí: ¿Botas? En la terraza de casa, ¿Guantes? Dos sí, pero los dos de la mano izquierda, ¿Cazadora? Con la cremallera rota. Eso sí, me traje las llaves del coche y las pulseras antimareo del niño. Vaya manera de hacer maletas.

A pesar del clima, Bergen es muy bonito. Sus calles, el propio frío y el precio de unos casi diez euros por una cerveza invitan al visitante a andar y no sentarse en ningún lado. Vimos la zona declarada patrimonio de la humanidad y probamos carne de ballena.

Aun nos quedan cosas por ver, como el acuario, pero vamos a pasar un par de semanas aquí.

Tenemos tiempo.

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