Seguimos
con Mourelle. En aquellos tiempos España estaba en guerra con todo dios. Al
bueno de Antonio lo destinaron al mando de las lanchas cañoneras de Algeciras.
Allí les da caña a los ingleses en varias escaramuzas y poco más tarde
participa en la batalla de San Vicente. Allí fueron los ingleses los que nos
dieron “pal” pelo, pero Mourelle no sólo sobrevivió, si no que tuvo un papel
destacado en el combate rescatando al buque insignia “Santísima Trinidad”.
En
los siguientes años acumuló victorias y ascensos, apresando y hundiendo muchas
naves inglesas. La más destacada, un 19 de enero de 1799 en el que atacó un
fuerte convoy enemigo amparado por un navío de setenta cañones, un bergantín de
dieciocho y tres lanchas cañoneras. Mourelle iba al mando de catorce lanchas,
un místico y dos cojones bien grandes. Hundieron una cañonera inglesa y
apresaron otra, además de una fragata y dos bergantines. Hicieron ciento veinte
prisioneros y mandaron otros tantos guiris a dormir con los fishes.
Esta
hazaña le valió el ascenso, a sus cincuenta tacos, a capitán de fragata. Y si
no se lo dieron antes fue porque de aquella también había mucho enchufado.
En
una carta, su colega y superior Bruno de Heceta dijo de él: “Asistió a mas de
cuarenta combates contra las fuerzas anglicanas, entre los que se cuentan
catorce de la mayor nota, esto es, batiendo con diez o doce cañones fuerzas que
nos atacaban con quinientos, no en guerra galana, sino siempre a tiro corto de
metralla y algunas veces de fusil o de pistola y aun abordando de día las
murallas de Gibraltar…” Y después dice, y esto juro que no me lo invento: “Los
méritos de Mourelle son superabundantes”. O sea, tía, de verdad, en plan
“superabundantes” a finales del siglo dieciocho. Super fuerte.
Un
par de años mas tarde lo destinan a los apostaderos de Algeciras y luego de
Málaga, con lo que se ahorró la vergüenza de la Batalla de Trafalgar. Como eran
tiempos revueltos también luchó contra los franceses en la Guerra de la
Independencia y no llegó a completar su última misión al mando de un gran
ejército que se suponía que tenia que sofocar las revueltas en las colonias
americanas porque justo pasó lo del levantamiento de Riego.
Moriría
ese mismo año a la edad de setenta rompiendo todas las estadísticas de la
época. Increíble habiendo vivido todo lo que vivió. Sus restos descansan en el
Panteón de Marinos Ilustres de Cádiz.
Casi
nadie el tío Mou.