Estamos
preparando el barco para la próxima visita de sus dueños, así que mi tiempo de
ocio se ha reducido bastante en las últimas dos semanas. Por su puesto eso
incluye escribir.
Aun así sacamos
tiempo para celebrar un poco las Navidades. Son las segundas seguidas que paso
fuera. Las dos en esta zona del mundo. No me gusta. Se me ocurren al menos diez
sitios mejores donde celebrarlas. Aunque como digo siempre, no es el sitio, es
la gente.
El día 24
llegó y estaba dónde estaba. Con la gente que estaba. Así qué otra vez intenté
disfrutar del día. Por la mañana hicimos una excursión en kayak toda la
tripulación. Primero por el mar y luego a través de un río que cruzaba un
manglar y luego la selva. Estuvo bien y nadie resultó herido, que visto lo
visto es todo un logro.
Por la noche
nos fuimos de cena a un restaurante. Bien pero nada especial. Nos tomamos una
copa (Algunos más, otros muchas más) y todos a dormir. Al día siguiente el
cocinero nos preparó una buena cena y nos dimos los regalos del amigo
invisible.
Como los
dueños llegaban el día dos, trabajamos en Fin de Año y en Año nuevo. Cena y
brindis a las 7 de la tarde (medianoche en casi todos los países de la
tripulación). A las doce hora local sólo llegamos la mitad despiertos. Ahí
volvimos a brindar, esta vez con Champagne del bueno, en un muelle comercial
que daba lástima verlo, sentados en unos pallets de madera. Probablemente la
botella valía más que el muelle entero.
Aparte de lo
que acabo de contar, estas semanas sólo he hecho tres cosas: Trabajar, acabar
de leer un libro y pensar en vosotros.
Es raro como
uno se identifica con cosas, personajes o situaciones. El libro se llama “La
guerra larga”. Ciencia ficción. Al final de una aventura por muchos mundos hay
una fiesta. Jansson es una ex policía de cincuenta y tantos lesbiana y enferma
de leucemia. Joshua, el protagonista, es bastante más joven, tiene una mano robótica a lo Skywalker y la
habilidad de cruzar entre mundos paralelos:
“… Jansson se
volvió. Delante de ella estaba Joshua Valienté, con aspecto de hallarse
incómodo con su atuendo informal pero arreglado: camisa limpia, vaqueros
planchados, zapatos de cuero. Tenía el brazo izquierdo pegado al pecho, y la
manga de la camisa ocultaba su puño cerrado. A su lado estaba Helen, su esposa,
robusta, guapa y vivaracha. Y por delante les pasó corriendo el pequeño Dan,
vestido con un uniforme de piloto de twain en miniatura, enfrascado en alguna
clase de juego ruidoso con otros críos, tan ajenos a los adultos y su sociedad
como si no fueran más que árboles.
Jansson y
Joshua se miraron durante un rato, incómodos. Jansson sintió una embarazosa
oleada de emoción, después de haber presenciado los peligros a los que se había
expuesto Joshua tan lejos de casa y luego verlo así, con su familia. Con Helen,
que tenía todo el aspecto de no querer estar nunca en ninguna parte que no
fuera a su lado. Después de todo lo que había pasado con aquel hombre, Jansson
no sabía que decir.
Joshua
sonrió con dulzura.
-
- -
Está
bien, teniente.
- - Por
el amor de Dios.- Helen no se pudo contener-. ¡Daos un abrazo!
Se
inclinaron el uno hacia el otro, y Jansson lo agarró con fuerza.
- -
Con
ellos, te curas- le murmuró al oído- . No los dejes nuca más. Llame quien
llame.
- -
Entendido,
Jansson.
Y aun así
ella sabía que era una promesa que Joshua nunca podría cumplir. Sintió una
punzada de pena…”
Yo soy
Joshua.
He tenido
varios Jansson a lo largo de estos años. Compañeros con los que he compartido
muchas cosas lejos de casa y de los que me he despedido con un abrazo para no
ver jamás.
Sobra decir quiénes
son Helen y Dan. Os quiero y os veré muy pronto.
Con vosotros
me curo.