Volví a embarcar, y a los que se morían de envidia porque me iba al Caribe, les diré que mi estancia allí duró exactamente tres días. Dos en Antigua, una noche de navegación y uno en San Martin. Y se acabó.
Es raro, el
viaje hasta allí me parecía largo por las 25 horas en total que me iba a
llevar, contando una breve noche en Madrid. Nada comparado a los doce días de
cruzar el Atlántico en barco.
Y alguno más
que nos llevará, ya que al segundo día tuvimos la mala suerte de coger de
madrugada una red a la deriva con nuestra hélice de estribor. 8 horas para
sacarla que perdimos. Poca broma. Pero mejor eso que dar la vuelta.
El tiempo
está siendo regular y empeorará los próximos tres días. Aunque hay tripulantes
que ya han adelantado la fiesta del vómito. Internet va regular, pero esta vez
tuve tiempo de prepararme bien con pelis y libros de sobra.
Mientras yo
estaba de vacaciones, pasaron bastantes cosas a bordo, pero todas quedan en
nada en comparación a una. Cruzando el Atlántico en el otro sentido, mis
compañeros recibieron una llamada de socorro de una estación de radio de Martinica
informando de que se había hundido un pequeño catamarán con cinco tripulantes a
bordo.
Nuestro
Capitán aceptó desviarse de su rumbo para comenzar la búsqueda en una zona
determinada. Después de 16 horas, cerca de medianoche, vieron una bengala y
rescataron de una balsa salvavidas a los cinco tripulantes con vida.
Casi nada.