martes, 29 de noviembre de 2016

Moana



El otro día vi la noticia de que Disney va a cambiar el nombre de su nueva película “Moana” en algunos países por coincidir dicho nombre con el de una actriz porno italiana.

Si alguien me preguntase por nombres de actrices porno, me quedaría en Lucía Lapiedra, pero lo extraño es que, por una carambola del destino, conozco a la tal Moana. Ahora lo cuento, así que primer plano mío mirando al infinito, fundido en nube borroso y música evocadora de los 90.

Hace bastantes años y durante varias temporadas, cada quince días, iba al estadio de Balaídos con mis primos. Nos poníamos hasta las trancas de lasaña y bajábamos (al límite de la hora) andando hasta el estadio. La parada para comprar pipas era obligatoria. Siempre en el mismo quiosco. Dicho quiosco medía unos tres metros cuadrados y en él trabajaban codo con codo (literal porque no tenían espacio para moverse) una mujer con sus dos hijas. Tres fotocopias.

Cuando se acercaba Diciembre, sabíamos que el lanzamiento del nuevo PCFútbol no debería tardar. Por eso, en esas fechas, mi primo y yo mirábamos a la esquina superior derecha del quiosco, dónde solían poner siempre el juego, expectantes, ansiosos por saber si ese sería el día en el que por fin estaría allí Michael Robinson sujetando un balón, mirándonos con una sonrisa de oreja a oreja. Infinitas horas de diversión por tres mil pesetas.

Pero un domingo invernal, cuando los dos dirigimos la vista allí, convencidos  de que ese iba a ser el día, vimos algo muy distinto. En vez de Robinson estaba una chica morena, y en vez de un balón sujetaba sus dos balones al aire, bastante más atractivos que el de Michael. En letras mayúsculas y grandes se leía: “MOANA”. Traía revista y CD, igual que el PCFútbol.

Mi primo y yo nos miramos y nos echamos a reír. A partir de aquel día el quiosco pasó a ser el quiosco de Moana y dejó de importarnos un poco que el juego se retrasase.
Hoy he leído que la tal Moana murió en 1994, a la edad de 33. Puede que cuando vimos su foto ya estuviese muerta. No me acuerdo del año exacto. Pero es curioso cómo funcionan los recuerdos, la memoria.

Hoy la mía me ha hecho rememorar una época bonita: La de mis primos, la del Celta, la del PCFútbol.

Y la del quiosco de Moana.

domingo, 27 de noviembre de 2016

Por qué odio a E.T.



Lo prometido es deuda. Nota: Todo esto lo escribo de memoria. No he vuelto a ver la película. Es bastante largo pero no me apetecía dividirlo. Ahí va:

Cuando tenía cuatro o cinco años mi madre me llevó al cine por primera vez. Yo quería ver “Los Aristogatos” pero ella pensó que una de alienígenas estaría mejor. Su excusa: “Esa de los gatos seguro que la echan en la tele más veces, la de E.T va a ser más raro que la pongan”. Me acordé de esa frase las 25 Navidades seguidas que echaron E.T. en la tele. Los Aristogatos la vi en Canal Plus con veintiún años. En descargo de mi madre diré que corrían los años 80 y Spielberg tenía mucho tirón de aquella.

Nos sentamos en la sala y todo parecía molar bastante. Sobre todo la enorme pantalla. Pero entonces apagaron la luz. Miré a los lados un poco mosqueado, pero mi madre estaba a mi lado ¿Qué podía pasar? Lo que pasó es que presencié la peli más terrorífica de la historia.

Cuando empieza, en la peli es de noche, con lo cual la oscuridad en la sala era total. No se ve mucho, pero se intuye. Y se escucha. Se escucha a una especie de animal en un bosque. Luego ruido de pasos humanos. El animal se altera y empieza a tratar de escapar. Por el ruido que hace parece una especie de cerdo o un bulldog inglés asmático. Está claro que no está en forma o tiene algún problema respiratorio porque no llevamos ni dos minutos de peli y no puede más. El ruido es aterrador. El jodido de Spielberg sabía que lo que más miedo da es lo que no se ve, como muy bien demostró en “Tiburón”. Al final el bicho escapa y se refugia en un galpón.

Ahí aparece Elliot. No me acuerdo por qué ni cómo, pero de alguna manera una pelota que llevaba se le cae en el galpón y el galpón se la devuelve. Si me pasa eso a mí, llamo hasta a los Vengadores (Y  me refiero ahora, no cuando vi la peli) En aquel momento me moría de ganas de gritarle al tonto de Elliot que corriese, pero mis padres me habían dicho que en el cine no se podía hablar en alto y siempre fui muy obediente. Sólo Dios sabía qué clase de monstruo se escondía allí. Como mínimo estaba enfermo y podría ser contagioso. ¡Asma espacial Elliot!

Mis peores presagios se hicieron realidad y el monstruo apareció. No he visto un ser tan horripilante en mi vida.

E.T. es un ser anatómicamente imperfecto y desagradable. Una broma evolutiva. De arriba abajo. Esto me va a costar. La enorme cabeza de buque parece un pié puesto al revés como si el talón fuese la nuca. En su cara destacan dos ojos enormes como los de un calamar gigante. Apenas tiene nariz y boca. Desde luego no tiene orejas. El cuello es extremadamente fino y no sé cómo puede soportar el peso de semejante cabezón, pero yo he detectado que ese debe ser su punto débil. Si alguna vez tuviese la mala suerte de encontrarme con uno de su especie, después de cagarme en los pantalones y vomitar le daría tal colleja que no se iba a curar ni iluminando el dedo gordo del pie.
De un tronco del que destaca un poco de barriga abombada síntoma de malnutrición salen dos esqueléticos brazos que llegan hasta el suelo y unas flacas y cortísimas piernas. Con razón se cansaba al correr.

Y como si fuera poco, no tiene ni un solo pelo en todo el cuerpo, parece pringoso al tacto y es marrón. Pero marrón caca. Parece un zurullo andante. ¿Por qué no lo hicieron cómo Chewbacca o lo ewoks que dan ganas de abrazarlos?

Pero en fin, al alelado de Elliot, aun después de verlo, se le ocurre la brillante idea de meterlo en casa.

Y en esto que están el monstruo y Elliot en su habitación y ocurre la escena más terrorífica de toda la película: Entra su hermana. Ve al monstruo. El monstruo la ve a ella. Ella grita. El monstruo alarga su maldito cuello hasta que su cabeza desproporcionada ocupa toda la pantalla y grita también con un sonido que no es de este mundo. Yo no grito porque no puedo. Porque tengo tanto miedo que lo único que quiero es taparme los ojos con la mano y hundirme en la butaca hasta que me trague. Cuando vuelvo a mirar el bicho está moviendo sus flácidos brazos al viento como Aspas cuando esprinta. Obsceno.

La hermana de Elliot era Drew Barrimore. Una niña guapa, pizpireta y con talento con una prometedora carrera de actriz por delante. Después de dicha experiencia se sumió en una espiral de drogas y alcohol de la que le costó quince años salir. ¿Coincidencia? No lo creo.

Del resto de la peli seguramente os acordéis mejor que yo. El truco del dedo, escapar de las autoridades, volar en bici, montar un teléfono, etc. Una película oscura en la que sólo se ve algo de luz cuando por fin lo atrapan. Ahí se pone medio enfermo y se le cubre el cuerpo de una especie de moho blanco. Menos mal que los militares están listos y lo aíslan para que no se cubra de moscas. Es la única peli en la he deseado que el protagonista muera. (Bueno un poco también en “El señor de los Anillos”.  Vaya mala suerte que el anillo le cayera a un niño rico quejica. Sam hubiese tirado el anillo en Mordor y vuelto para la cena, pero claro, había que hacer que la cosa diera para hacer tres libros, tres pelis, versiones extendidas…)

Al final E.T. construye el teléfono por el que lleva llorando toda la peli y vienen a buscarlo. Resulta que es una especie de niño. Lo cual me da el argumento definitivo en contra de los inconscientes que definen al monstruo como “adorable”: ¿Qué clase de bicho inmundo tienes que ser para que tus propios padres te abandonen en un mundo desconocido como a un perro y sólo vengan a por ti después de semanas porque los has llamado con un teléfono intergaláctico?

Seamos serios.

sábado, 26 de noviembre de 2016

Cruzando el Atlántico. Día 12



¡Tierra a la vista! A eso de las 7 de la mañana por fin divisamos tierra. Un trozo de la costa de Martinica asomaba entre las nueves por el costado de estribor. Además un arcoíris doble nos dio la bienvenida. Último día de navegación.

Ha sido una travesía aburrida, lo que equivale a decir que ha sido una buena travesía. No hemos tenido ni un día de mal tiempo, nadie se ha mareado, no hemos tenido averías ni contratiempos de ningún tipo… No podíamos pedir nada mejor.

Al final, a eso de las doce, doblamos el cabo más al norte de la isla, entramos por el estrecho canal que une el Caribe con la laguna de Rodney Bay y atracamos en la marina del mismo nombre. Por fin estábamos en Santa Lucía. Por fin en tierra.

Entre atracar, darle un manguerazo rápido al barco, arreglar los papeles con el agente y todo eso, no nos dio tiempo de descansar mucho antes de la cena de tripulación. El restaurante quedaba al lado de la playa, a unos tres kilómetros. Decidimos ir andando para echarle un vistazo a los alrededores.

Después de cenar, Iggy el taxista nos llevó a Gros Islet, que parece que es el sitio al que ir los viernes. Una fiesta en la calle donde no faltaba reggae, ron y todo lo que uno puede esperar de una fiesta caribeña.

Pasada la medianoche me desplomé en cama.

viernes, 25 de noviembre de 2016

Cruzando el Atlántico. Día 11



A uno de los pájaros que vimos ayer le gustamos tanto que se ha quedado con nosotros. Y claro como el barco es blanco y hay agua por todos los lados, es entendible que nos confundiese con un wáter gigante.

Por la mañana tuvimos que cambiar una de las luces de navegación de popa, lo cual vino bien para romper un poco la rutina. La verdad es que ni averías pequeñas hemos tenido. Lo cual se agradece. Mejor aburrido que estresado.

Cuando por la tarde llegué al puente para empezar mi guardia resulta que más de la mitad de la tripulación estaba allí. El capitán estaba jugando con el segundo oficial al ajedrez y parece que eso despertó la atención de todos. Menos mal que se fueron todos pronto. Me gustan las guardias tranquilas y el puente vacío.

Todo el mundo está empezando a hacer planes para cuando lleguemos. Seguramente mañana iremos todos de cena. Aunque no me parece mala idea, tengo ciertas ganas de perder a todos de vista. Pero habrá tiempo para todo.

Cuando nos fuimos a dormir quedaban solamente 200 millas para llegar a nuestro destino.

Mañana al medio día habremos llegado.

jueves, 24 de noviembre de 2016

Cruzando el Atlántico. Día 10



Desde que tenemos unas cuantas horas de diferencia con Europa, la guardia de 4 a 8 de la mañana es la mejor para mandar y recibir emails. Además hay menos tripulantes conectados, lo que ayuda a que la velocidad de internet no sea tan lamentable.

Se nota que ya nos vamos acercando a tierra, a pesar de que aún quedan más de 800 millas. Se ven más pájaros y hoy vimos hasta dos barcos. Durante la guardia del capitán por la mañana hicimos el último cambio horario. Cinco horas de diferencia con España. Será lo que nos quede para los próximos meses.

Al final del experimento de los plátanos sacamos las siguientes conclusiones: Meterlos en una bolsa con la manzana funciona. En dos o tres días estaban para comer. De los de la sala de máquinas no volvimos a saber nada. Todo apunta a que maduraron en algún momento y que el jefe de máquinas dio buena cuenta de ellos. De los de cubierta hay varios estudios de Hollywood interesados en los derechos para hacer una película.

Ridley Scott presenta… La fascinante historia de una familia de plátanos… que dejaron su trópico natal para cruzar el océano en mercante… Llegaron a un terrorífico lugar lleno de monos…  Y cruzaron el Atlántico de nuevo en yate de lujo para llegar al Caribe… Estas Navidades siente la magia de…

“Siempre verdes”

En los mejores cines.

En fin, si lo de los plátanos es de lo más fascinante que nos ha pasado estos días, imaginad lo divertido que es esto.

Sólo dos días para llegar.