Lo prometido es deuda. Nota: Todo esto lo escribo de
memoria. No he vuelto a ver la película. Es bastante largo pero no me apetecía
dividirlo. Ahí va:
Cuando tenía cuatro o cinco años mi madre me llevó
al cine por primera vez. Yo quería ver “Los Aristogatos” pero ella pensó que
una de alienígenas estaría mejor. Su excusa: “Esa de los gatos seguro que la
echan en la tele más veces, la de E.T va a ser más raro que la pongan”. Me
acordé de esa frase las 25 Navidades seguidas que echaron E.T. en la tele. Los
Aristogatos la vi en Canal Plus con veintiún años. En descargo de mi madre diré
que corrían los años 80 y Spielberg tenía mucho tirón de aquella.
Nos sentamos en la sala y todo parecía molar
bastante. Sobre todo la enorme pantalla. Pero entonces apagaron la luz. Miré a
los lados un poco mosqueado, pero mi madre estaba a mi lado ¿Qué podía pasar?
Lo que pasó es que presencié la peli más terrorífica de la historia.
Cuando empieza, en la peli es de noche, con lo cual
la oscuridad en la sala era total. No se ve mucho, pero se intuye. Y se
escucha. Se escucha a una especie de animal en un bosque. Luego ruido de pasos
humanos. El animal se altera y empieza a tratar de escapar. Por el ruido que
hace parece una especie de cerdo o un bulldog inglés asmático. Está claro que
no está en forma o tiene algún problema respiratorio porque no llevamos ni dos
minutos de peli y no puede más. El ruido es aterrador. El jodido de Spielberg
sabía que lo que más miedo da es lo que no se ve, como muy bien demostró en
“Tiburón”. Al final el bicho escapa y se refugia en un galpón.
Ahí aparece Elliot. No me acuerdo por qué ni cómo,
pero de alguna manera una pelota que llevaba se le cae en el galpón y el galpón
se la devuelve. Si me pasa eso a mí, llamo hasta a los Vengadores (Y me refiero ahora, no cuando vi la peli) En
aquel momento me moría de ganas de gritarle al tonto de Elliot que corriese,
pero mis padres me habían dicho que en el cine no se podía hablar en alto y
siempre fui muy obediente. Sólo Dios sabía qué clase de monstruo se escondía
allí. Como mínimo estaba enfermo y podría ser contagioso. ¡Asma espacial
Elliot!
Mis peores presagios se hicieron realidad y el
monstruo apareció. No he visto un ser tan horripilante en mi vida.
E.T. es un ser anatómicamente imperfecto y
desagradable. Una broma evolutiva. De arriba abajo. Esto me va a costar. La
enorme cabeza de buque parece un pié puesto al revés como si el talón fuese la
nuca. En su cara destacan dos ojos enormes como los de un calamar gigante.
Apenas tiene nariz y boca. Desde luego no tiene orejas. El cuello es
extremadamente fino y no sé cómo puede soportar el peso de semejante cabezón,
pero yo he detectado que ese debe ser su punto débil. Si alguna vez tuviese la
mala suerte de encontrarme con uno de su especie, después de cagarme en los
pantalones y vomitar le daría tal colleja que no se iba a curar ni iluminando
el dedo gordo del pie.
De un tronco del que destaca un poco de barriga
abombada síntoma de malnutrición salen dos esqueléticos brazos que llegan hasta
el suelo y unas flacas y cortísimas piernas. Con razón se cansaba al correr.
Y como si fuera poco, no tiene ni un solo pelo en
todo el cuerpo, parece pringoso al tacto y es marrón. Pero marrón caca. Parece
un zurullo andante. ¿Por qué no lo hicieron cómo Chewbacca o lo ewoks que dan
ganas de abrazarlos?
Pero en fin, al alelado de Elliot, aun después de
verlo, se le ocurre la brillante idea de meterlo en casa.
Y en esto que están el monstruo y Elliot en su
habitación y ocurre la escena más terrorífica de toda la película: Entra su
hermana. Ve al monstruo. El monstruo la ve a ella. Ella grita. El monstruo
alarga su maldito cuello hasta que su cabeza desproporcionada ocupa toda la
pantalla y grita también con un sonido que no es de este mundo. Yo no grito
porque no puedo. Porque tengo tanto miedo que lo único que quiero es taparme
los ojos con la mano y hundirme en la butaca hasta que me trague. Cuando vuelvo
a mirar el bicho está moviendo sus flácidos brazos al viento como Aspas cuando
esprinta. Obsceno.
La hermana de Elliot era Drew Barrimore. Una niña
guapa, pizpireta y con talento con una prometedora carrera de actriz por
delante. Después de dicha experiencia se sumió en una espiral de drogas y
alcohol de la que le costó quince años salir. ¿Coincidencia? No lo creo.
Del resto de la peli seguramente os acordéis mejor
que yo. El truco del dedo, escapar de las autoridades, volar en bici, montar un
teléfono, etc. Una película oscura en la que sólo se ve algo de luz cuando por
fin lo atrapan. Ahí se pone medio enfermo y se le cubre el cuerpo de una
especie de moho blanco. Menos mal que los militares están listos y lo aíslan
para que no se cubra de moscas. Es la única peli en la he deseado que el
protagonista muera. (Bueno un poco también en “El señor de los Anillos”. Vaya mala suerte que el anillo le cayera a un
niño rico quejica. Sam hubiese tirado el anillo en Mordor y vuelto para la
cena, pero claro, había que hacer que la cosa diera para hacer tres libros,
tres pelis, versiones extendidas…)
Al final E.T. construye el teléfono por el que lleva
llorando toda la peli y vienen a buscarlo. Resulta que es una especie de niño.
Lo cual me da el argumento definitivo en contra de los inconscientes que
definen al monstruo como “adorable”: ¿Qué clase de bicho inmundo tienes que ser
para que tus propios padres te abandonen en un mundo desconocido como a un
perro y sólo vengan a por ti después de semanas porque los has llamado con un
teléfono intergaláctico?
Seamos serios.