Otro fin de semana que pasó volando. El viernes cruzamos la calle para ir a
jugar a los bolos y romper todos nuestros records de puntuación. Hasta nos
ganamos dos partidas gratis al conseguir tres strikes seguidos.
El sábado madrugamos para ir a la península de Akamas, al noroeste de la
isla. Allí disfrutamos de un paseo bajo el sol hasta los baños de Afrodita.
Como la última vez quedamos escarmentados de la calidad y el precio de la
comida en el cercano pueblo de Latsi, esta vez decidimos comernos unos
bocadillos a la portuguesa. Es decir, sentados en el aparcamiento.
Embriagados con el ambiente campestre nos entro la vena aventurera y se nos
ocurrió cruzar la península por lo que parecía (en el mapa) una carretera
secundaria. Dicha carretera resultó ser
un camino de cabras. Lo de las cabras es literal. Por ahí nos semiperdimos casi
dos horas dando botes a treinta por hora. En el proceso rompimos ligeramente
los bajos del coche de alquiler. Aunque visto lo visto y considerando que es un
Kia Picanto y no un Land Rober, hay que decir que aguantó como un campeón.
Pero al final llegamos relativamente sanos y salvos a nuestro destino, la
playa de Lara, donde desovan varias especies de tortugas marinas. ¿Que si vimos
tortugas? Cienes. Solo que en foto. No sé cuando suelen pasarse por allí las tortugas
pero desde luego no es el nueve de Marzo. Lo único que vimos fue algo que
acordamos que sería un nido abandonado y una playa que es la más bonita que he
visto hasta ahora en este país.
Seguimos el camino de la costa hasta llegar a la Garganta de Avakas, sitio
que no aparece en casi ninguna guía turística y que descubrimos gracias a la
foto de una postal. Me adentré en el desfiladero como Aragorn en el sendero de
los muertos, solo que seguido por Gimli y Gimli. Ni rastro de Legolas. Un lugar
espectacular aunque de acceso algo complicado por el terreno. Las apuestas a
que Andrea, Raquel o las dos saldrían de allí sin caerse/torcerse un tobillo/o
meter el pie en el agua se pagaban doce mil a uno. Raquel cumplió los pronósticos
menos optimistas metiendo los dos pies en el agua. Niñas, nunca vayáis de excursión en
bailarinas.
Algo ya cansados cogimos el coche de nuevo par air a cenar a Paphos. Allí
pedimos un cubo de pollo frito de una conocida franquicia y nos pusieron una
cutre caja de cartón en el mayor escándalo de publicidad engañosa que se
recuerda por estas tierras.
Nos comimos el pollo. Estoy seguro de que en el cubo sabría mejor.
Volvimos a Limassol a descansar para
la siguiente jornada.
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