Nota: Esto
lo escribí hace un par de semanas, igual que la entrada anterior. Pero por
diferentes motivos no lo puede subir hasta ahora.
Recientemente,
alguien a quien quiero mucho aunque no lo demuestre ni un poco, me dijo que
estaba leyendo este blog. Entradas antiguas y así. Haces muchas referencias al
Celta, me dijo.
Y sí, es
verdad. Y aviso a navegantes, aquí viene otra. Y es de esas en las que me pongo
filosófico con tonterías. Porque ni sé de religión, como bien demostré hace
poco, ni encuentro respuestas en ella, pero con el deporte en general y el
fútbol en particular… es otra historia.
Este último
Mundial plantó una semilla en casa. Una semilla que plantada en el césped de un
estadio podía germinar en un árbol enorme o secarse y morir. Así que en este
último Celta – Villarreal, había más que tres puntos en juego. Fue otro Celta –
Villarreal, uno de los partidos más emocionante en todos los sentidos que he
tenido la suerte de presenciar en directo, el de las lágrimas de Aspas,
(137,22. La resurrección de los muertos),
así que me daba buenas vibraciones.
Pero yo no
pude ir. Una entrada, mi carnet, y yo a unos cinco mil kilómetros. Menos mal
que algunos tenemos la suerte de tener alrededor personas que dan todo a cambio
de nada.
Así que el
viernes allá fueron, dos de mis personas favoritas. Las dos, después de haber
pasado, ¿Cómo lo digo suavemente? Una semana mala de cojones.
El partido
no empezó bien. Es difícil, cuando tienes un portero que, el día que se vaya,
se Marche-sin haber sido decisivo en ni un solo partido. Tocaba remar
contracorriente, una vez más.
La segunda
parte fue mejor. El Celta atacó más, tuvo oportunidades, fue entretenida. Y
hasta marcó un gol. El bueno de Larsen, lo que me alegró aún más de la cuenta.
Soy del
Celta porque nací en Vigo, no hay que darle muchas más vueltas. Pero con el
paso del tiempo, cada vez me fue más fácil identificarme con este equipo y sus
jugadores, que no con equipos grandes que ganaban hasta casi sin querer.
Jugadores
como Larsen. Jugadores que se rompen los cuernos contra los defensas los
noventa minutos, partido tras partido. Jugadores que trabajan para el equipo,
que aguantan bien el balón, que asisten a los compañeros. Que mejoran cada
jugada que pasa por sus pies. Delanteros que hacen todo bien, pero no marcan.
Personas que hacen todo bien, y no tienen recompensa. ¿Quién no ha sentido
alguna vez la frustración de Larsen?
No creo que
la gente en el estadio pensase mucho en esto. Cosas mías. Pero sí sé, porque ya
he estado ahí muchas veces, que durante noventa minutos la gente allí se olvidó
un rato de sus problemas y que con el grito de gol, empujaron las divisiones de
dos cifras, las mierdas del trabajo o le que le pese a cada uno un poco más
lejos. Igual esa es la magia que hay en esto.
Larsen
marcará uno o cien goles esta temporada, pero nadie le podrá reprochar que se
haya ahorrado un gramo de esfuerzo. Normalmente, cuando haces todo bien, los
resultados llegan. Cuando estos no se alcanzan, siempre queda la calma y la
satisfacción de haberte vaciado. El reposo del guerrero.
La semana de
esas dos de mis personas favoritas que fueron al estadio el viernes fue un poco
como la primera vuelta del delantero noruego. Ellas, que mejoran a todos los
que tienen alrededor incluyéndome a mí marcarán gol o no.
Pero esas
personas, siempre en mi equipo.
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