Llegué. Pero es como si nunca me hubiese ido. La frase de Fray Luis de León “decíamos ayer” cuando se puso a dar clase de nuevo después de pasarse unos años a la sombra me parece acertadísima. Cinco minutos, un par de besos y abrazos, un olor y un bocadillo de zorza con queso. Es todo lo que necesité para readaptarme. Y la lluvia. Nada cambia, y como me alegro.
El viernes fue día de reencuentros. La vida sigue igual para todo el mundo. Seis meses no es tanto tiempo cuando sigues en la misma ciudad dedicándote a lo mismo. Sólo para los que antes eran dos y ahora son tres ha habido un cambio significativo. Comida y cena de lujo y por la noche visita al karaoke y al bar de mis pecados.
El sábado amaneció sin prisas. Por la tarde salimos a dar una vuelta hasta Catoira, o eso era lo que yo pensaba. Una conspiración llevada a cabo con una maestría digna de la mejor peli de espías y liderada por Andre-Mata-Hari dio lugar a la cara de tonto más grande que haya puesto en mi vida. El sitio a dónde íbamos a tomar algo resultó ser una casa rural y las dos personas con las que habíamos quedado se convirtieron en casi treinta.
No es que me llamen el espabilado de Coia, pero organizar una fiesta sorpresa con unos 30 implicados directos y casi el doble de gente que lo sabía sin que a nadie se le escapase nada tiene su mérito. Sobre todo porque conozco a los susodichos y sé que patinan bastante a la hora de mantener el secreto. En cualquier caso, un detallazo aunque hubiese sabido fecha, lugar y hora.
Una buena fiesta. Una especie de cumpleaños y fiesta de Noviembre dulce. Diferente a lo que quería hacer pero mejor en todos los sentidos. Lo de dulce alguien se lo tomó tan a pecho que en un momento dado se le ocurrió unir la empanada de carne y la mermelada de fresa en el aperitivo más imposible del que tengo noticia. Hace que el tocino y la velocidad no sean términos tan distantes. No fue la única combinación rara de la noche. Estas fiestas hacen extraños amigos, como el Facebook, y a la lista compuesta por “El Lagares” o “La Gota Fría” ahora tenemos que añadir “El Día Nublado”, un chupito de licor café y mayonesa, ¿Cómo no se le ha había ocurrido a nadie hasta ahora?
En resumen, un fin de semana espectacular. Y lo que nos queda. A la vista otro viaje, por puro placer. ¿Qué hace un tripulante de un yate cuando se está de vacaciones?
Irse de crucero, claro que sí.
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