A pesar de
ser mediados de Diciembre ya. Y no es sólo porque la temperatura no baje de 26
grados ni de noche, tampoco es que yo esté acostumbrado a Navidades blancas
como muchos de mis compañeros. Ni porque los villancicos suenen a ritmo de reggae
(Me encanta uno que dice “Como va a llegar Santa a esta isla”). No es porque
las palmeras decoradas con adornos navideños queden ridículas, como abetos
travestidos.
Es porque
con las fechas, pasa como con los lugares: El que sean especiales depende de
las personas con quien los compartes.
Y no me entendáis
mal. Estoy muy contento con la tripulación actual. De trece que somos, diez
somos nacidos en los 80. Y eso se nota. Y ayuda. Además las chicas han hecho un
esfuerzo enorme por decorar el barco e intentar animar un poco el espíritu navideño.
Cosa que se agradece mucho. Pero ni de coña.
Tampoco es
que sea muy grave. He celebrado mi cumpleaños hasta mes y medio más tarde. He
tenido comida de Navidad el veintiocho de Diciembre y Reyes hasta en tres
fechas distintas. Y la verdad, esas veces no fueron ni mejores ni peores que en
otras ocasiones. Lo dicho, la gente.
A mediados
de Enero volveré a casa. No mucho más tarde de que todo haya terminado. Si
podéis, dejad el árbol y los adornos puestos un par de días más.
Así podré
celebrarlo todo otra vez.
Con
vosotros.
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