El otro día,
un compañero, no el más espabilado de todos, me hizo una pregunta que me dio
que pensar: ¿Hay mucha diferencia entre Valencia y Vigo? ¿La gente, la ciudad?
“No” respondí
rápidamente. “Más o menos es lo mismo”. La reflexión vino luego, porque si me
hubieran hecho esa misma pregunta hace once años hubiese respondido de una
manera muy distinta.
¿Qué ha
cambiado en este tiempo? Pues hay cosas objetivas, ya que once años no son
pocos, que a mi parecer han acercado las dos ciudades. Mercadona ha
multiplicado por 6 sus tiendas en Vigo mientras que Estrella Galicia ha
duplicado su gasto publicitario para extenderse por toda España. Parece una
chorrada, pero son dos cosas que antes asociaba exclusivamente a estas ciudades,
o a sus respectivas comunidades al menos.
Pero está
claro que lo que más ha cambiado he sido yo. No es lo mismo tener veinte pocos
e irte de casa por primera vez que tener treinta y tantos (el tiempo vuela) y
tener unas cuentas miles de millas a la espalda.
Después de
haber vivido en Chipre, Holanda o Grecia, Valencia esta aquí al lado. Valencia
es Porriño. Mil kilómetros é una carreiriña dun can. ¿Y la gente? Dicen “agua
natural” en vez de “del tiempo”, les gustan los toros y beben horchata.
Extraterrestres. Están locos estos valencianos. Polacos, Sudafricanos, Filipinos…
gente que no sabe que es un churro, Los Reyes Magos o Iago Aspas. Ni siquiera estos
me parecen muy distintos ya.
Distinta o
no, no es mal sitio para pasar unas Navidades, que ya espero con impaciencia.
Cuenta
atrás.
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