Travesía movidita hasta el momento. La primera noche
cogimos mal tiempo y se ve que le caímos bien porque ha decidido acompañarnos
todo el viaje. Parece ser que el estar tanto tiempo fondeados o amarrados a
puerto este verano ha pasado factura. A las chicas se les olvidó que los barcos
se suelen mover a merced de las olas y la primera noche hubo destrozos varios
en el interior.
Visto que la meteorología no estaba de nuestro lado,
cambiamos ligeramente la ruta para pasar al sur de Creta y tener así algo de
protección. Y la tuvimos. Por unas horas. Al pasar la isla nos esperaba más de
lo mismo al otro lado. Por suerte nada lo suficientemente malo como para
hacernos parar.
Una de las incomodidades, entre muchas, que tiene el
mal tiempo, es que la televisión deja de funcionar. Qué rápido se acostumbra
uno a tener el partido de su equipo en un canal árabe. Por suerte y sorpresa,
la conexión a internet ha seguido funcionando, con lo que al menos he podido
escuchar el partido.
Estaba tan metido en el partido que hasta no me di
cuenta de que algo había cambiado a mi alrededor cuando éste acabó. Ya no nos balanceábamos.
Y es que parece ser que en los 90 minutos que me dediqué a aplaudir a un danés
bajito (últimamente los daneses bajitos me dan bastantes alegrías, por muy raro
que esto pueda parecer), hemos dejado atrás, por fin, al temporal.
Sólo me queda una guardia más. Mañana por la mañana
llegaremos al puerto base. Amor y odio.
El siguiente partido lo veré comiendo comida mejicana con mi mujer.
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