Suena el despertador a las seis menos cinco. Ducha
rápida y a cubierta. A las seis y media salimos hacia Spetses. Después hacer
guardia en el puente durante una hora y media mientras el capitán manda por
email todos los papeles necesarios para nuestra llegada, me dice que puedo ir a
descansar media horita.
Resulta que en Spetses hay una regata y no podemos
entrar en el puerto. Así que fondeamos. A la media hora la suegra del armador
nos dice que está todo arreglado y que sí que podemos entrar porque ha hablado
con un tal Vassilis y lo ha solucionado todo. El tal Vassilis es el dueño de
una tienda de zapatos del pueblo, lo que me trae recuerdos de otros puertos
pequeños pero en Italia, dónde nada más amarrar el Capitán del puerto te
presenta a un panadero o a un carnicero cuyos nombres siempre empiezan por Don.
A los veinte minutos de amarrar el barco la policía,
el alcalde y el gerente del hotel al que le tapamos las vistas para ver la
regata vienen a echarnos con bastantes malos modos. Parece que Vassilis es un
mafioso de pacotilla. Zapatero a tus zapatos.
Otra vez a fondear. Esta vez un poco más lejos, en
una pequeña bahía de lo más acogedora. Tenemos unos cuantos invitados a bordo y
unos quieren ir a la playa mientras que otros prefieren usar las motos de agua.
Ponemos todos los juguetes en el agua. Hago unos cuatro o cinco viajes de ida y
vuelta a la playa. Cuando los invitados se van a comer yo hago lo mismo. Son
las dos de la tarde y el tiempo parece que ha volado. Hora de una pequeña
siesta.
Me despierto una hora más tarde. Hay que recoger
todas las lanchas y demás cosas. Volvemos a puerto. Amarramos y mientras los
marineros baldean todas las embarcaciones usadas durante el día yo hago guardia
en la pasarela. Me lloran los ojos de tanto sol y salitre acumulada durante el
día.
Cuando me vienen a relevar, el compañero llama mi
atención sobre unas chicas de buen ver. “Mirkel” dice, que se podría traducir
por corderas o cualquier otro comentario no muy educado sobre el sexo opuesto.
Las examinamos con ojo profesional no por placer, sino por mantener las buenas
y antiguas costumbres marineras. Acto seguido vemos a un hombre descomunalmente
grande paseando muy tranquilo con unos fardagüevos que evidentemente no son de su talla. En
condiciones normales me arrancaría los ojos con una cucharilla, pero hoy tengo
el día inspirado.
Querido
señor gordo,
Sus fardagüevos
son muy cortos.
Por delante
le veo asomar los dos cojones,
Por detrás
se le marca todo el orto.
Justo cuando voy a retirarme para la zona de
tripulación después de este mal trago veo que un barco va a amarrar al lado nuestro.
El marinero va a echarles un ojo a las defensas mientras yo me quedo otra vez
en la pasarela. La tripulación es rusa y visten a la manera tradicional.
Resulta gracioso ver a los ruskis (que no son precisamente pequeños y tienen
cara de mojar las magdalenas en vodka para desayunar) vestidos como el Pato
Donald. Menos mal que llevan pantalones, no como el pato, porque hoy ya he
visto más que suficiente de anotomía masculina foránea.
En esto que viene el armador y me dice que quiere un
tripulante para ir a dar un paseo. Ahí vamos. Éste sí que sabe vestir. Con sus
tenis Reebok, sus calcetines negros subidos hasta la rodilla, pantalones cortos
y su polo sudado de Boca Juniors tamaño La Bombonera. Por el camino paramos a comprar cinco Coca
colas light, para la tripulación. Ayer fueron dos botes de champú. Antes de
ayer helados. Apoyando la economía local.
Volvemos. Hora de cambiar de uniforme. Pero ahora me
puedo relajar un poco. Llevo la radio encima, pero no me llamará nadie a no ser
que pase algo fuera de lo normal. Ponemos el canal para ver el partido y
descubro que uno de los comentaristas de Al Jazera Sports es Michel Salgado.
Piruetas de la vida.
Ni de coña veré el partido entero. Son las once y me
caigo de sueño. Voy a escribir algo para el blog, antes de que se me olviden
las cosas.
Mañana…
Zzz…
No hay comentarios:
Publicar un comentario