En el artículo que titulé “Morriña” intenté explicar lo que siento cuando me marcho. El estar fuera de casa, el no ver a las personas que quieres, a veces, es tan duro que duele. Esa es sin lugar a dudas la peor parte de mi trabajo. Espero que os hagáis una idea. No quiero repetirme.
Ayer hizo exactamente cuatro meses desde que me marché, y con la temporada ya terminada creo que es hora de hacer balance y dar alguna explicación. Bueno en realidad no es hora de nada, pero los fans me presionan tanto que de algo tenía que escribir hoy.
¿Por qué, si supuestamente es tan duro, decido marcharme una y otra vez? Las razones son varias y no son fáciles de explicar. Hoy me temo que me voy a extender un poco más de lo normal. Esto es una carta abierta a una persona en particular y a todos en general.
Hay un par de razones sencillas: Económicas, por supuesto. Gano más aquí que en cualquier empleo en tierra. Y otras aun más sencillas: Toda mi experiencia laboral se reduce a esto. No sé hacer otra cosa. Yo mismo no me contrataría para trabajar en nada que no flotase. Haber estudiado chaval.
Pero éstas no son las principales, aunque a veces me guste pensar que es así. La realidad es que aún con la morriña, aún con ese peso en el pecho que es más o menos intenso pero siempre está ahí, me gusta mi trabajo. Mucho. De lo general a lo particular, me encanta lo que hago.
Me gusta el mar. Me gusta su color, su olor y su sabor. Me gusta su nombre. Sólo tres letras para describir lo que durante miles de años fue lo más grande que conocieron los hombres. Me gusta que los viejos marinos lo llamen la mar en femenino porque sólo la mar y una mujer pueden ser hermosas y terribles al mismo tiempo. Me gusta que en pleno año 2011, siga habiendo sitios desconocidos dentro de él. Que siga habiendo banderas de conveniencia y hasta piratas.
Me gusta mi profesión porque es un oficio antiguo y con mucha tradición. Es el que antes que yo ejercieron Magallanes y Vasco de Gama, Nelson y Churruca, Jack Aubrey y Jack Sparrow. A veces sales fuera del puente, durante una larga guardia, en mitad de la noche y en mitad de la nada y miras las estrellas y no te sientes insignificante si no todo lo contrario. Te sientes importante y parte de algo porque sabes que nombres ilustres miraron esas mismas estrellas antes que tú pero en las mismas circunstancias, bien para orientarse o simplemente buscando una constelación conocida que de alguna manera te aproxime a casa.
En cuanto a este verano, en cuatro meses he visitado seis países distintos, con sus cosas buenas y malas. He comido pizza en Italia, gyros en Grecia y croissants en Francia. He convivido con una tripulación excelente tanto en lo profesional como en lo personal de doce nacionalidades distintas. De todos y cada uno de ellos he aprendido algo. No puedo imaginarme una experiencia más enriquecedora.
En mi trabajo a veces llevo corbata, pero el 90 por cien del tiempo ando descalzo y pantalones cortos. A veces se parece a trabajar en una oficina, pero el paisaje siempre cambia y desde mi ventana he visto ballenas, peces voladores, atunes, tortugas y delfines de todo tipo.
En mi trabajo no vendemos nada. No producimos nada. Hacemos que la gente que venga a bordo lo pase lo mejor posible, que estén contentos. La felicidad genera felicidad. El ambiente de trabajo es increíble.
A pesar de todo, sigo buscando otro barco en el que pueda compaginar mejor mi vida laboral y personal. No solamente por mí, sino por la increíble mujer que he tenido la suerte de tener siempre a mi lado durante estos años, aunque estemos separados por miles de millas de distancia. Se lo debo. Ella ha aguantado y aguanta más de lo que ninguna persona razonable debería. Es un milagro que siga conmigo y no hay nada que yo pueda hacer para pagar eso. ¿Una novia en cada puerto? Sí claro, sólo que es siempre la misma, la que llevo siempre en mi corazón.
El mar es sólo una gota de agua comparado a todo el amor que siento por ti.
Hoy se me fue de las manos de largo, pero quería expresar con mis palabras lo que siento hacia este mundo. Yo necesité dos páginas enteras, pero hubo a quien le bastaron solamente cuatro versos. Supongo que será la diferencia entre alguien que escribe y un escritor de verdad:
Que es mi barco mi tesoro,
que es mi dios la libertad,
mi ley la fuerza y el viento,
mi única patria la mar.
Amén.
Ohhhhhhhhhhh Prosi, que hariamos sin la MAR.
ResponderEliminarTienes una mujer estupenda.
Biquiños.
Amén digo yo! Gran blog, gran entrada!
ResponderEliminarUN ABRAZO, TE ESPERAMOS!