Soy un flipado. Un friki podeis llamarme, no me importa. Todo aquel que me conoce un poco lo sabe. A mí me gusta pensar que soy apasionado, sólo que de cosas erróneas y brevemente. Por suerte no soy el único.
Cada vez que veo una película o leo un libro que me gusta un poco más de lo normal doy la lata con ese tema hasta aburrir a la gente que tengo a mi alrededor. Todo me recuerda a eso. Todo lo comparo con eso. Me pregunto qué hago haciendo lo que hago en vez de estar haciendo lo que hace el personaje de la historia. Hasta mi manera de hablar cambia y meto frases con calzador de dicha peli o libro en cualquier conversación.
Si veo La Guerra de las galaxias me paso un par de días intentando mover cosas con el poder de La Fuerza y atacando a todos con sables láser improvisados. Si veo la El Padrino hago ofertas que nadie puede rechazar y hablo italiano con acento del mismísimo Palermo. Si leo El código Da Vinci te daré una conferencia sobre el número phi y sobre lo mala malísima que es la iglesia católica. Si veo La Jungla de Cristal (preparaos que la quinta entrega está en marcha) amenazo a todo el mundo con meterle cosas demasiado grandes por cierto sitio de su anatomía y no paro de decir eso de Yipi cay yei…y lo que sigue.
Si veo o leo el Señor de los Anillos, mejor no estés conmigo en un par de días.
Por eso tengo que deciros lo afortunados que sois todos. Estoy leyendo Juego de Tronos, el primer libro de la serie Canción de hielo y fuego. Como dicen por aquí ¡Pana iamo! (no sé cómo se escribe). Hacía tiempo que no me gustaba tanto un libro. Si estuviera en casa estaríais hartos de oírme decir que se acerca el invierno sin venir a cuento, aunque estuviéramos en Mayo.
Ahora mismo sólo tengo ganas de comprarme un husky siberiano, ponerle lentillas rojas e irme a Escandinavia a vigilar el muro más grande que encuentre.
Os dejo, lo malo de escribir es que quita tiempo para leer.
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