Dejamos Chipre atrás con una mezcla de alegría y tristeza. Alegría porque Chipre no es precisamente el paraíso y ver el barco navegando de nuevo después de todo lo que ha costado ponerlo a punto da cierta satisfacción. Tristeza porque dejo atrás a mi mujer y a la que para bien o para mal ha sido mi casa durante los últimos meses.
Me gusta navegar hacia el oeste. Hacia el oeste está Italia, España y, antes de la inmensidad del Atlántico, mi casa. Cada milla navegada es una milla más cerca que me encuentro de mi hogar. No me gusta el este. Al este está Grecia y Chipre. Oriente medio. Arena y desiertos. Al este está Mordor.
Se notaba que el casco y las hélices del barco estaban limpitas del astillero. Medio nudo más de media nos permitió navegar un rato con un motor sólo mientras los de máquinas arreglaban un pequeño fallo en el motor de babor. Es lo que tiene no hacer pruebas de mar después de arreglos importantes.
Llegamos a Marmaris por la mañana después de un viaje muy tranquilo. Sin demasiado tiempo de sueño, continuamos con la tarea de hacer que el barco se parezca cada vez más a un yate de lujo. Y empezamos a conseguirlo.
Mañana haremos combustible y el domingo temprano partiremos hacia Grecia, donde se subirán los dueños.
Feliz Semana Santa a todos los que puedan disfrutarla.
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