Ayer hice una retirada a tiempo de la fiesta, lo que
hoy me permitió levantarme suficientemente fresco como para ir a dar una vuelta
por esta pintoresca ciudad.
Nada más salir me encontré en el primer bar a
algunos compañeros curándose la resaca como mejor saben. Rechacé amablemente su
invitación a sentarme con ellos y seguí mi camino. De lejos pude oír a sus
hígados pidiendo clemencia.
Pasé la zona del puerto dónde se escucha más español
que italiano debido a los cientos de inmigrantes latinoamericanos y subí por la
zona vieja hasta Vía Septembro. Ya había comido en el barco, así que esta vez
me salté las paradas de la heladería y el sitio de los kebabs. Un paseo
agradable entre puestos callejeros dónde se puede encontrar desde frutas y
hortalizas hasta antigüedades. Y libros. Miles de libros.
Llegué al Fnac. La excusa era comprarme unos nuevos
auriculares. La realidad es que me puedo pasar horas curioseando en esas
tiendas. Estaba viendo los juegos de ordenador cuando uno de ellos me llamó la
atención: Un simulador de chatarrerías. Iba a echarle un vistazo por detrás
para ver como narices me podrían vender que gestionar una chatarrería es lo más
interesante del mundo cuando vi la madre de todos los simuladores: Garbage
Truck Simulator.
La órdiga. Ahora sí que sí. Manolito, ¿tú qué
quieres para tu cumple el Fifa 13 o un simulador de camiones de basura? Lo de la chatarrería ya no parecía tan malo.
¿Cómo van a convencer a alguien de que recoger mierda es divertido? ¿En qué
coño estaban pensando los desarrolladores de esa compañía? Hubiese pagado por
estar en esa reunión dónde a un iluminado se le ocurrió la idea.
Pero a lo mejor no está tan mal. Puede que hayan
contratado a un guionista y a un locutor del Discovery Channel de manera que te
narren el juego.”Es una madrugada tranquila en Ciudad Capital, ¡pero de repente,
los basureros se encuentran un contenedor tirado por el viento! Los muchachos
se ponen en acción…”
También puede que el juego esté ambientado en
Nápoles y sea de estrategia y puedas escoger jugar con la mafia, el
ayuntamiento o los vecinos cabreados. Nunca se sabe.
Volvía ya para el barco barrenando en estas tonterías
cuando vi un cartel enorme que anunciaba un evento de teatro y judo en el palacio
ducal. Lo leí un par de veces para asegurarme de que no me había afectado el
sol. Ser o no ser… ¡kiá! ¡Ippón! Como me gusta esta ciudad.
Volví a bordo después de saludar de nuevo a los
compañeros del bar. A esas alturas sus hígados ya se habían resignado a su
fatal destino.
Fue una tarde entretenida.
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