Si las cosas en casa cambian muy poco durante cinco
meses, las cosas a bordo durante una semana cambian aun menos. Génova me
recibió con el cielo encapotado, como cuando me fui y la tripulación me recibió
con una sonrisa y un apretón de manos, como cuando me fui.
Semana tranquila en general, me comentaron. Sin
noticias de los dueños, lo que siempre es bueno. Tampoco hubo noticias de
ningún charter, lo que no es tan bueno.
La sorpresa agradable del día me la encontré al
encender el ordenador. Internet a velocidad de persona. Resulta que han
conectado un cable a tierra y tenemos una conexión decente. Todo un lujo. Lo
malo es que durará sólo mientras estemos aquí. Una razón más para que me guste
ese sitio.
El plan (sorprendentemente tenemos uno) es partir el
lunes por la tarde hacia Mónaco. Allí recogeremos a los dueños y a doce
invitados para una semana intensa de trabajo para nosotros y de no hacer
absolutamente nada para ellos. Barco lleno. Después Dios dirá. Agosto sigue
siendo la gran incógnita.
Hoy tenemos fiesta-barbacoa organizada a medias por
nosotros y la marina y después fin de semana libre. Tiempo de disfrutar de mis
sitios favoritos de la ciudad, si la climatología lo permite.
Ya os contaré.
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