El día que inventen los días de 26 o 27 horas, me
compraré unos cuantos, para estos casos. Estuve en casa. Ni siquiera una
semana, pero fue maravilloso. Hice un millón de cosas pero me quedaron un
millón más por hacer.
No vi ni a la mitad de la gente que me hubiera
gustado haber visto, y a los que vi, no los vi ni la mitad del tiempo que me
hubiese gustado verlos, pero ha sido un auténtico placer. A pesar de que el
vuelo no fue precisamente barato y de que no fue demasiado tiempo, hubiese
compensado aunque fuese el doble de caro
y la mitad de tiempo.
El año pasado no pude disfrutar ni un solo día de
verano en casa con la gente que más quiero, y ya había ganas. Me he desquitado
un poco. Entre ir a la playa y a la piscina, me ha dado tiempo a secuestrar
reinas, darle poder a mi mujer para echar a los colonos de mis tierras,
construir hormigueros, ver la que espero que algún día sea mi casa, dar un
monólogo… pero sobre todo a estar con la gente. No hubiese sido posible sin las
habilidades organizativas y de gestión de Andrea. Gracias otra vez por unas
mini vacaciones excelentes.
Mientras subíamos en coche hacia el aeropuerto le
eché un último vistazo de despedida a la ría. Tocaba sumergirse de nuevo en el
ambiente laboral. Pero estos días han sido como tomar una fresca y profunda
bocanada de aire.
La mitad de la temporada ya queda por la popa. No es
que quede realmente poco, pero ya quedó mucho más. He tenido tiempo también de
renovar mi surtido de ocio. En los próximos meses danzaré con dragones, veré en
pantalla como chocan los reyes, mataré al diablo por tercera vez y saltaré por
la ventana junto con un abuelo que no es el mío. Creo que estoy bien equipado.
Ya estoy a bordo y tengo guardia. Comienza el sprint
final. Intentaré disfrutar de cada zancada.
Y volveré.
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