En el tiempo que llevo trabajando en distintos
barcos, he conocido gente de toda clase. Sobretodo gente rara. Gente “no muy
bien acabada” como diría el tío Benjamín. Gente especial.
Paul se lleva la palma. Se podría escribir un libro
entero sobre él. Todos tenemos nuestras contradicciones. Nuestra parte buena y
mala. Paul es una contradicción en sí mismo. Es un personaje de la película
“Crash”. Es el Ying y el Yang. Y el Yung.
Es la persona más racista que he conocido nunca. Es
un cerdo. Un maleducado. Un bestia. Paul es de las personas más respetuosas que
conozco. De las más trabajadoras. Paul es de las mejores personas que he
conocido nunca.
Se conoce todas las reglas del protocolo de la
tripulación mejor que el capitán. Esto se debe a que ha incumplido la mitad de
ellas. La otra mitad se crearon específicamente por algo que él hizo. Paul sabe
donde se encuentra absolutamente todo en el barco. Es, sin duda alguna, el mejor
marinero con el que he tenido la suerte de trabajar.
Tiene treinta y pocos años, pero se le echan
tranquilamente diez más. Apenas le queda pelo y el que le queda lo tiene tan
rubio que parece blanco. Tiene una barriga redonda y dura construida con todas
las cervezas del mundo. El resto del cuerpo, con un par de tatuajes y un montón
de cicatrices recuerdo de unas cuantas peleas callejeras. Los ojos son azul
hielo.
Desde que lo conozco, le he visto beber gasolina.
Ganarle un concurso de baile por
aclamación popular a un profesor de baile cubano. Lamerle un ojo a un compañero
para quitarle un colirio que le escocía. Y Lo he visto desnudo más veces de las
que necesitaba.
Paul conoce a gente en todos los malditos puertos
del Mediterráneo. Me mataría con sus propias manos si le hiciese algo a su
familia. Pero mataría a mordiscos si a alguien se le ocurriera hacerme algo a
mí.
El día que me vaya a otro barco, si alguna vez
necesito un marinero él será a la primera persona a la que llame.
A un a sabiendas de que no vendría.
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