Una de mis
películas preferidas es El indomable Will Hunting. En una escena, Robin
Williams le da una cura de humildad al bueno de Will sentado en el banco de un
parque. Le dice algo así: Te crees muy listo. Si te pregunto por Miguel Ángel
me lo contarás todo sobre él, vida y obra. Pero no puedes decirme a que huele
La Capilla Sixtina, no sabes que se siente al contemplar ese techo. No todo
está en los libros.
Siempre he
tenido grabada a fuego esa escena y por eso, hace años, cuando tuve la
oportunidad de visitar la impresionante Capilla, mientras todos los allí presentes
se dedicaban a sacar un millón de fotos yo me dediqué a inspirar profundo. A
oler.
Es un sitio espectacular,
pero huele a cerrado y a sudor de turista. Nada especial. Pero ahora lo sé.
Nadie me lo tiene que contar porque he estado allí. Resumiendo, que me lío: Me
gusta ir a sitios por el simple hecho de que nunca he estado. Me gusta hacer
cosas que nunca he hecho. Me gusta ser yo el que cuenta la historia y no que me
la cuenten.
El domingo
llegaremos al Caribe. Ahora ya sé que se siente al estar en medio del Atlántico
a más de mil millas de tierra en cualquier dirección. Qué queréis que os diga,
no es nada del otro jueves. No hay ni un cartel que diga “Medio del Atlántico”.
Se siente lo mismo que 900 millas más cerca de la costa. Ni siquiera huele a
nada. Pero ahora lo sé. He estado allí. He mirado a los cuatro puntos cardinales
y he escupido al mar.
El viaje ha
sido ante todo monótono. Hemos visto delfines en más de una ocasión, pero
tampoco muchos. Algún pájaro valiente y mucho pez volador. Todas las mañanas
tenemos que recoger alguno de cubierta. Unos kamikazes.
Ayer tuvimos
mal tiempo durante casi todo el día. En algún momento el viento superó los 50
nudos y tuvimos lo que el prota de otra de mis pelis favoritas llamaría “lluvia
de lado”. Pero a última hora de la tarde el viento amainó y la lluvia paró.
Despejó un poco y pudimos disfrutar del arcoíris doble más nítido y más bonito
que he visto en mi vida. Hasta el color topo podías distinguir en él. Sólo unos
minutos más tarde tuvimos una puesta de sol increíble.
Si me
hubiesen dicho que tenía que viajar diez días para ver eso en directo, hubiese
aceptado sin dudarlo.
En menos de
48 horas, si todo va bien, amarraremos en San Martín y habré completado mi
primer cruce del Atlántico y el primero de este barco.
Ya podré
tatuarme un ancla.
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