domingo, 29 de noviembre de 2015

Sint Maarten



El domingo llegamos por fin a nuestro destino, la parte holandesa de la isla de San Martín. De lo primero de que nos dimos cuenta es de que no teníamos la bandera de cortesía correcta y aunque estemos en el Caribe y la gente se tome las cosas con bastante pachorra tampoco era plan de forzar las cosas nada más llegar y arriesgarnos a tener un problema con las autoridades locales. Todo se solucionó con una disculpa y una mentirijilla.

No es por buscar excusas, pero la verdad es la situación político administrativa de las islas caribeñas es bastante confusa. Que si país independiente desde antes de ayer, que si esta parte de la isla es de un país y la otra de otra, que si prefectura, colonia, territorio de ultramar, que si “Dios salve a la Reina” pero voy a mi puta bola…  Lo bueno es que a nadie le importa un carallo.

De lo poco que he visto de la zona donde estamos he salido un poco decepcionado. Algo de abandono y mucha fealdad en los edificios construidos al lado de una playa que podría ser preciosa. Me recuerda un poco a Chipre en cuanto a desorganización urbanística. Se ve que aquí tampoco jugaron nunca al Simcity. Pero claro, temperatura media de 25 grados día y noche y el agua del mar aún más caliente. ¿Quién no querría venir aquí de vacaciones?

En mi primer paseo largo decidí recorrer toda la playa cercana hasta el aeropuerto. En mi paseo comprobé que la mayoría de los turistas son estadounidenses, cosa lógica por la cercanía. Después de pasar por medio de una zona residencial donde mansiones de lujo y chabolas conviven a dos pasos, llegué a otra playa más pequeña que limita con el principio de la pista de aterrizaje. Allí comprobé en situ lo que había visto y leído sobre que los aviones pasan a menos de 40 metros de las cabezas de los playistas. El domingo que viene intentaré estar allí a las doce para presenciar el aterrizaje del Boing más grande de todos los que hacen escala aquí.

Pero sin duda alguna lo mejor de este lugar es la marina donde estamos. Bar, wifi gratis, gimnasio, canchas de tenis, mesa de pingpong, piscina (que las carga el diablo, pero de eso ya hablaré en otra ocasión)  y una mesa de madera con dos bancos justo a popa del barco, que parecerá un tontería, pero os asombraría lo contentos que estamos todos los tripulantes de tener un sitio donde sentarnos al aire libre a la hora del café.
 
En resumen. Un buen sitio para pasar un mesecito.

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