¡Tierra a la
vista! A eso de las 7 de la mañana por fin divisamos tierra. Un trozo de la
costa de Martinica asomaba entre las nueves por el costado de estribor. Además
un arcoíris doble nos dio la bienvenida. Último día de navegación.
Ha sido una
travesía aburrida, lo que equivale a decir que ha sido una buena travesía. No
hemos tenido ni un día de mal tiempo, nadie se ha mareado, no hemos tenido
averías ni contratiempos de ningún tipo… No podíamos pedir nada mejor.
Al final, a
eso de las doce, doblamos el cabo más al norte de la isla, entramos por el
estrecho canal que une el Caribe con la laguna de Rodney Bay y atracamos en la
marina del mismo nombre. Por fin estábamos en Santa Lucía. Por fin en tierra.
Entre
atracar, darle un manguerazo rápido al barco, arreglar los papeles con el
agente y todo eso, no nos dio tiempo de descansar mucho antes de la cena de
tripulación. El restaurante quedaba al lado de la playa, a unos tres
kilómetros. Decidimos ir andando para echarle un vistazo a los alrededores.
Después de
cenar, Iggy el taxista nos llevó a Gros Islet, que parece que es el sitio al
que ir los viernes. Una fiesta en la calle donde no faltaba reggae, ron y todo
lo que uno puede esperar de una fiesta caribeña.
Pasada la
medianoche me desplomé en cama.
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