Es francesa,
mide 1,50, pesa 40 kilos y tiene los cojones más grandes que el Toro de
Osborne. Dice que su nacimiento fue un despiste de sus padres, pero que se lo
tomaron tan bien que el pusieron un nombre que significa Bienvenida en un
idioma de ciertas islas. Acaba de cumplir 35. Trabaja conmigo.
El otro día,
escribiendo un poco sobre mi mujer, dije que es de las mujeres más fuertes que
conozco. Es cierto y creo que tiene mucho mérito teniendo en cuenta el tipo de
mujeres que estoy más habituado a tratar. Supongo que porque durante mucho
tiempo me dediqué a practicar un deporte de contacto o porque ahora trabajo en
algo que ha sido tradicionalmente un oficio masculino, pero el caso es que
conozco bastantes más guerreras que princesas. Una vez leí que cuando los
hombres nos hacemos pupa llamamos a nuestra mamá. Las mujeres no hacen eso
porque ellas son su mamá. No podría estar más de acuerdo.
Se crió en
Polinesia y allí desarrolló su interés por el mar. Le gusta el kite surf y sólo
necesita una ligera brisa para volar. Cocina de todo menos conejo, al menos no
cuando está a bordo de un barco, ya que dice que trae mala suerte. Todos los
días se fuma su peso en tabaco.
Ha cruzado
el Atlántico en un velero de ocho metros. Sabe más del Caribe que Google. Habla
tres idiomas con fortísimo acento francés. La historia de su primer novio
Alberto González, español y gitano, o la de su amiga que fue a Jamaica con una
plancha para hacer creps y volvió con un bebé, me han hecho llorar de risa.
Cuando se
enfada, saca el demonio que lleva dentro. Por suerte no siempre tiene sus
cuchillos a mano. Su nombre también coincide con una marca de vinagre.
Le va que ni
pintado.
No hay comentarios:
Publicar un comentario