lunes, 16 de mayo de 2011

Última noche en Chipre


La noche antes de partir hacia Turquía salimos a tomar algo la mitad de la tripulación. Ese día comprobé algunas cosas, algunas ya las sospechaba.

Primero: La gente normal, quiero decir que trabaja por un sueldo y le gusta divertirse, que le importa su familia y sus amigos más que la política, es igual en todas partes. Desde Suecia a Sudáfrica y desde Filipinas a México la gente es exactamente igual en todas las partes del mundo. No hay mejor cura contra el racismo que convivir en un espacio limitado con la misma gente durante cierto tiempo. Y si les das a ese gente una par de cervezas mejor aún, lo que me lleva al segundo punto.

Segundo: La cerveza chipriota, KEO, es igual de buena que la de Malta, Cisk, pero más cara. Peor que la gallega, Estrella. Y mejor que la de Maldivas, Tiger doble hostia. Moraleja: el que siempre pide Heineken se pierde un motón de experiencias.

Tercero: Ver Eurovisión con gente de siete de los veinticinco países representados hace que una pantomima musical se convierta en una cuestión de orgullo patrio haciendo que de repente cobre un interés jamás imaginado. Moraleja: A pesar de todo lo que digan, nadie en Europa se toma en serio eurovisión.

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