viernes, 2 de marzo de 2012

Yo hacía taekwondo


Me gusta pensar que aun lo practico, que simplemente estoy tomándome un tiempo de inactividad por motivos laborales, pero lo cierto es que ya hace unos cuantos años que no entreno de manera regular. Además, la maldita realidad es muy terca y el tío que veo en el espejo cada vez se parece menos a un deportista. No es que alguna vez haya tenido el cuerpo esculpido en granito (Bueno, los empeines tal vez), pero desde luego nunca había estado tan blando.

Mucha gente me ha dicho que, por mi carácter, no es un deporte que me vaya o pegue demasiado. Pero durante casi 20 años fue una de las cosas más importantes de mi vida, a veces, la más importante. No he hecho ninguna otra cosa durante tanto tiempo. Pocas cosas me han dado tantas y tan grandes satisfacciones personales.

No me gusta lo de “cualquier tiempo pasado fue mejor”. Cualquier tiempo pasado ya pasó. Y punto. Pero cada vez que veo una película de boxeo, de cualquier temática deportiva o hasta una bazofia de robots que se dan de leches como fue el caso del otro día y lo que me llevó a escribir esto, no puedo evitar la nostalgia de la competición.

La nostalgia por un gimnasio que fue mi segunda casa y que, igual que en esta, me reciben igual de bien aunque pase mucho tiempo. Por los entrenamientos y los compañeros (es irónico que en un deporte individual sea imposible mejorar entrenando sólo). Pero por encima de todo, la nostalgia por el combate. ¡Dios, como lo echo de menos!

He tenido el privilegio de enfrentarme a los mejores de Galicia y de España. Y hasta en alguna ocasión de Europa y del Mundo. Disfruté de todos y cada uno. Y lo más sorprendente es que a veces hasta gané. “Tough is not enough” decía Clint Eastwood, pero para mí sí que fue suficiente.

Es difícil explicar que se siente antes de un combate. Supongo que un músico sentirá algo parecido antes de un concierto, a excepción de que el músico no suele preocuparse de que le puedan partir la cara si lo hace mal.

Es imposible explicar que se siente dentro. Ni siquiera las leyes normales de la física se ven igual. El universo es finito. 10 por 10 metros. La unidad de medida es el centímetro o incluso el milímetro, lo que separa tus pies del peto o la cara del contrario. También el tiempo cambia. Cada asalto una vida. Pensar en horas o en días es como hacerlo en siglos o eones. Tiempo geológico. Tus problemas son inmediatos, el presente lo inunda todo. El futuro, es el segundo siguiente, la siguiente acción, ¡Ya!

Me dejo por hoy de historias del abuelo Cebolleta. Sé que es un tiempo que no volverá. Me queda el recuerdo, que me quiten lo bailado. Y aun así, cuando me da el punto y salgo a correr o cuando hago cualquier tipo de ejercicio físico y las primeras gotas de sudor empiezan a aparecer y el pulso se me acelera, mi cuerpo, que debe tener memoria, reacciona. Y aunque se canse mucho antes me pide más. Y una voz me dice, no muy alto para que no me lo crea mucho, que si tuviese tiempo y me lo propusiese, quizás podría volver y estar ahí una vez más.

Que aun me queda una bala en la recámara.

Nunca se sabe.

1 comentario:

  1. Pues ya sabes, siempre se puede hacer un equipo de veteranos para el Ciudad de Pontevedra, para quitarse ese gusanillo del cuerpo, ¿quién se apunta? El problema es: ¿y si el cuerpo te pide más? je, je.
    En fin, que aún no tenemos la estrella en el dobok, habrá que ir a por ella.
    Te espero en el gimnasio...

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