jueves, 24 de noviembre de 2011

Vigo - Barcelona - Venecia


Una semana en casa y se ve que ya me picaba el culo. Así que nada, de viaje de nuevo. Otra vez con un par de aviones a la espera de coger otro barco. Esta vez como invitado, para variar.

Salimos del aeropuerto de Vigo y mientras esperábamos para embarcar tomando  un café, Andrea se dio cuenta de que nos habían dado mal la vuelta. Consejo del alegre crucerista: Antes de emprender un viaje, conviene estar de buenas con el karma. Así que hizo la buena acción del día devolviendo el dinero que no era nuestro.

Ya en el avión, un holandés bastante maleducado tuvo algún que otro problema con los chicos que se sentaban detrás de nosotros por los asientos. Me encanta cuando alguien pierde los nervios mientras todos alrededor mantienen la calma. La azafata sólo intervino para decir que aquello no era su problema. Perfecto, diez puntos para el personal de Vueling. Al final El Holandés Cargante se salió con la suya y tuvimos la suerte de escuchar su voz de cuervo afónico durante todo el vuelo.

Era la primera vez que viajaba con esta compañía y no me gustó demasiado el trato. La sobrecargo se presenta a ella misma y al resto de la tripulación y parece ser que eso les da derecho a tratarte de tu el resto del viaje. Llamadme lo que queráis pero cuando pago me gusta que me traten de usted. Casi esperaba que me despidiesen con un “Hasta la vista equilibrista” o “Nos vemos, Prosi”.

Llegamos a Barcelona a las cinco de la tarde bastante hambrientos. Nos dirigimos al McDonalds dónde la chica que me atendió tuvo la habilidad de cometer tres errores en sólo un pedido. Supongo que cuanto más mejora mi inglés peor se vuelve mi español. Total que yo pedí dos menús normales y ella me puso lo que le salió del McFlurry.

El siguiente vuelo a Venecia sufrió un retraso de una hora. Mientras esperábamos y para continuar con mi racha de encuentros con famosetes esta vez tuvimos la oportunidad de ver a Míster Ruleta de la Suerte, con quien Andrea se hizo una foto.

Cuando ya íbamos a aterrizar el comandante nos informó de que en tierra nos esperaba niebla cerrada (de ahí el retraso) y un grado de temperatura. Frío y humedad, lo mejor para mi dolor de espalda.

Llegamos al hotel sin problemas y antes de acostarnos Andrea protagonizó la última anécdota del día. Nada más entrar en la habitación fue directamente hacia el baño donde había un cartel rojo que decía: Non toccare, don´t touch, ne pas toucher, nicht anfassen y por si acaso, no tocar. ¿Qué creéis que hizo?

Evidentemente.

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