Mi colega
del Galatasaray me estaba llevando en dirección contraria, pero pensé que igual
había otra salida por otro lado. Hasta que giró a la izquierda, y aparcó en una
terminal de ferry. Freno de mano, fin del viaje. ¿Y ahora? Le dije. Ferry,
contestó.
De repente
los mensajes del anterior segurata cobraron un nuevo sentido. Me llevaron a
otra garita y me dijeron que esperase que en un rato ya me iba. Entonces fui yo
el que algo alterado les dije a todos que no iba a coger ningún ferry, que si
me dejaban salir de allí podía ir yo andando al astillero, que estaba a unos
pocos kilómetros. Misma respuesta: “No walking here”.
Pues hasta
ahí habíamos llegado. No dispuesto a embarcarme a ningún lado, decidí jugar la
carta final. Comodín de la llamada. ¿A quién llamas si tienes problemas en
Turquía? Pues al marinero turco que tenemos a bordo.
Responde
rápido, cojonudo porque estaba de guardia. Le explico la situación y le paso a
el teléfono a uno de los seguratas que están a mi alrededor, que en ese momento
ya son 6 o 7. Conversación acalorada, aspavientos del guardia y un par de
minutos más tarde me pasa el teléfono.
El marinero,
que Alá lo tenga en su gloria, me cuenta que nadie se explica como he podido
llegar allí, que es imposible, que estoy en el Área 4, sea lo que sea eso, pero
que van a hacer un par de comprobaciones y que luego me llevarán en coche a la
entrada de la Zona Franca. Le doy las gracias y cuelgo. Ahora me ofrecen
sentarme. Todo tamán. Empiezan a llamarme capitán y el ambiente se ha relajado
bastante. Bendito Hasan.
Empiezan las
comprobaciones telefónicas. Supongo que están llamando a la Interpol a ver si
tengo ficha ahí o algo. Repiten mi nombre y nacionalidad unas diez veces. Y
mientras, más tranquilo pienso.
Pienso que
estaré en el Área 4, pero le quedan 47 puntos para llegar al Área 51, así que
no se ha que ha venido tanto revuelo. Todo mi parecido con un ninja es la sudadera
negra que llevo. Tampoco soy James Bond. A lo mejor resulta que Tom Cruise estaba haciendo gilipichis colgándose de una
cuerda para entrar en un sitio en Misión imposible y lo único que tenía que
hacer era caminar comiendo pipas y viendo unos patos para pasar desapercibido
del todo. Ya se buscaría la vida para salir.
Al final,
vino un guardia más, (Porque vigilar allí no vigila nadie pero para ser domingo
había un porrón de guardias) y me llevó hasta la entrada de la Zona Franca como
prometieron.
Llegué al
barco bastante cansado, la verdad.
Para el
próximo fin de semana tengo una cosa clara.
No walking
here.