No he escrito nada durante un tiempo básicamente
porque no me apetecía. No hay ninguna razón especial. Resumo rápidamente que ha
sido de mi vida y del barco en el último mes.
Tuvimos un chárter excelente con los americanos.
Fliparon con la queimada y eso que lo que les di para beber era en esencia
aguardiente templado. Aun así se lo bebieron como si fuera Acuarius. Volví a
las Baleares después de unos cuantos años. Pensé que las odiaba pero en
realidad las echaba de menos. Cada año me pasa con Chipre. Facebook diría que
estoy en una relación complicada con las islas del Mediterráneo.
Estuve en casa. Como siempre fue maravilloso. Como
siempre fue cortísimo. Celebré cien cumpleaños y el día del Carmen. Ninguno en
su día pero a nadie le importó. Tuve tiempo de ver mi gran proyecto de futuro.
Es del tamaño de un pomelo, pero crece como el bambú. Fue una pasada. Como
diría Joey: “Es tan real…”.
El viaje de vuelta al barco fue miserable. Pero
cuando ya me preparaba para casi tres meses sin ver a la familia y los amigos
una avería en el motor y la pericia negociadora del capitán nos regalaron un
fin de semana largo en Barcelona. Así que yo le regalé un billete de avión a
Andrea. Aun no tengo amigos en el infierno, aunque todo se andará, pero sí que
los tengo en Barcelona. Y de los buenos. Nos abrieron las puertas de su casa y
su nevera sin haberles avisado ni nada. Fuimos testigos del milagro de los
panes y los peces pero con la ensalada de pasta y, en general, pasamos un
increíble fin de semana.
Ayer navegamos toda la noche para llegar a la Bahía
de los Barcos sin Dueño, al lado de Mónaco. Aquí permaneceremos fondeados unos
diez días a la espera del armador. Volvemos a tener un fin de semana libre y
hace buen tiempo.
Ha sido un buen mes de Julio, y aun le faltan un par
de días para terminar. La mitad de la temporada ya queda por la popa. Otra vez
hacia el Este. Cuanto más me alejo de casa menos me queda para volver.
Irónico.
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