El sábado
nos marchamos de Oss. En principio para no volver, al menos con esto barco.
Debido a la creciente fama de los astilleros holandeses no descarto del todo el
volver aquí con algún otro proyecto, pero de momento eso no entra en mis planes
de futuro inmediato.
Esta semana
la estoy ocupando en dejar las cosas listas. Lo primero, las deudas. Por fin
todas mis multas de tráfico están pagadas. Ya no debo nada al gobierno
holandés. De hecho, el kilómetro 14 de la autovía A50 entre Oss y Nijmegen
llevará mi nombre ya que básicamente lo he pagado de mi bolsillo.
Hoy he ido a
revender la bici. Mismo sitio, distinto dependiente. Conseguí recuperar casi la
mitad de lo que me costó, con lo que resultó ser un alquiler por cinco meses
más que razonable. Mientras, el verano llegó, vio y se largó. Aun así me niego
ya a ponerme pantalones largos. Uno tiene sus principios ya sea aquí o en el
polo.
Sólo nos
queda pendiente una cena con algunos de los peces gordos del astillero y una
invitación a pastelitos con los trabajadores que de verdad han hecho este barco
posible. Los pastelitos, como si tenemos que pagarlos nosotros. Dos consejos
rápidos: Uno es que aunque son los jefazos los que toman decisiones, son los
tíos con uñas sucias los que hacen que estas decisiones se lleven a cabo o no.
La mayoría de las veces es preferible llevarse bien con los segundos. El segundo es más simple: Hay que tener amigos
hasta en el infierno.
Y el sábado
por fin a navegar. Lo mejor es que aún no se nos permite tocar nada, así que
será casi un viaje de placer a través de los canales holandeses. Mi experiencia
en agua dulce (sin contar lanchitas de menor tamaño o donuts traicioneros) se
reduce a navegar el Guadalquivir hasta Sevilla, y de eso ya llovió. Así que
esta será una experiencia interesante.
Aún nos
queda un mes en este país, pero de momento, y para demostrar que cualquiera
podría redactar la portada del Marca…
AdiOss.
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