viernes, 18 de mayo de 2012

Lluvia


Llueve. No muy fuerte pero de manera continuada. Como Dios manda. Como “donde la lluvia es arte”. Ha estado lloviendo por dos días seguidos. Algo bastante inusual para esta parte del mundo y esta época del año. Alguien escribió que las bicicletas son para el verano. Puede ser. Los yates sí que son para el verano. Seguro.

Los marineros parecen leones enjaulados. Intento darles un par de cosas que hacer para que no se muerdan entre ellos. Todo se ralentiza. Sobre todo el tiempo.

Si fuésemos un yate normal, si es que tal cosa existe, pensaríamos que los dueños se quedarían en casa este fin de semana. Manta y peli. Mataría por eso. Pero en los últimos tiempos hemos pasado de ser un barco a un restaurante flotante. Y nuestra cocina está abierta 24 horas al día siete días a la semana.

Por lo demás, la vida sigue igual. O casi. Gané la apuesta que hice conmigo mismo sobre la azafata inglesa. A estas horas vuela hacia Londres, de donde al final nunca volvió el otro marinero que se fue hace un par de semanas. De allí también vino nuestra nueva jefa de interiores. Esperemos que dure. Tripulantes que vienen, tripulantes que van, non te vaias rianxeira que te vas a marear. ¿A qué me recordará esa canción?

Cuatro partidos, sólo cuatro partidos. Si consiguieran ganar los cuatro…

Después…

Después que llueva.

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