Parece que
no pasó, porque de aquella apenas había Facebook y fue cuando las cámaras
digitales empezaron a ser accesibles y la gente dejó de imprimir fotos. Pero
nuestra primera aventura fuera de casa fue en Valencia hace más de diez años.
De aquella
me quejaba de su olor y de que no le llegaba a Vigo ni a la suela de los
zapatos. Esto sigue siendo verdad, pero, ahora que he vuelto, estoy
redescubriendo una ciudad a la que ni yo mismo sabía que le guardaba tanto
cariño y tanta nostalgia.
Aquí
llegamos siendo unos niños y descubrimos como era la vida de adultos. Papá y
mamá estaban a mil kilómetros. Un trabajo de verdad cada uno, pagar un alquiler
y facturas, nuestro primer coche… Y en todos esos plurales estuvo la clave de
todo. Ella dijo “me voy contigo” y vaya
si se fue. Luego vendrían otros sitios, pero fue en Valencia cuando ya no me
imaginé ninguna otra aventura sin ella.
Vivimos en
un colchón en el suelo que estaba en un tercero sin ascensor. Irónico
entrenamiento para lo que nos esperaría más adelante. Viajamos en coche a mil
sitios atiborrándonos de Pelotazos. Casi nunca cocinábamos y nunca en mi vida
comimos tanto fuera de casa. Fuimos ricos. Y muy felices.
Ahora nos
preparamos para volver de otra manera. Navidades con niños en Valencia.
¿Cómo se iba
a imaginar aquella pareja que lo mejor estaba por llegar?
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