Y adiós Francia también. Hasta el año que viene al menos. Con el armador y su familia a bordo hoy llegamos a Génova de nuevo dejando atrás la Costa Azul francesa para no volver. Ahora, cómo Frodo, toca avanzar siempre hacia el Este.
El viaje de siete horas fue bastante entretenido. El día estaba nublado pero con el viento totalmente en calma, lo que le da al mar el color y el aspecto de un T-1000 gigante que se ha acercado demasiado a una fábrica siderúrgica. Vimos delfines de hasta tres tipos distintos en cinco ocasiones.
El último día en Mónaco no estuvo nada mal. Pasé parte de la tarde en la playa y di un paseo por el Promontorio de los campeones, que viene a ser como el paseo de la fama de Hollywood o Cannes pero con marcas de pies de futbolistas en vez de manos de actores. Me paré un buen rato delante de las pisadas de O Fenómeno cual peregrino ante reliquia para rezar una oración: Oh Ronaldo que estás en el cielo (Ibiza), santificada sea tu gran panza, cuídate las rodillas, etc., etc…
También pude visitar los jardines japoneses que son bastante bonitos. Tienen carpas Koi superdesarrolladas, bonsáis y arena con rastrillos para que la gente se relaje. Lo que no tienen es ninguna orugrita.
Por la noche puede ver la segunda parte del partido y lo hubiese visto entero si al armador no se le hubiese ocurrido volver al barco justo cuando éste empezaba.
Génova esta semana. ¿Grecia la próxima?
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