Terminado el segundo chárter y con los bolsillos llenos con la segunda peor propina de la historia del barco, el armador está de vuelta para pasar unos días haciendo nada en Saint Tropez. Después de eso, no hay planes, como de costumbre. De momento sólo hay rumores, eso sí, de lo más interesantes.
A nuestro armador hay tres cosas que le vuelven loco. La primera es la sopa de champiñones. Llama al capitán cada vez que va a venir a bordo para asegurarse que el cocinero ha comprado champiñones en abundancia. La siguiente es el helado. Le he visto desayunar a las siete y media de la mañana cuarto de litro de helado de pistacho. Esa cantidad le suele durar de tres a cinco cucharadas. La tercera es el fútbol.
Casualidades de la vida, nuestro armador no sólo es un auténtico fanático de este deporte, si no que le gusta el fútbol español en particular y es un forofo del Barça. Hace ya semanas que se habla de la posibilidad de llevar el yate a Barcelona aunque nos quede algo a desmano y resulta que hoy supimos que es porque tiene entradas para ver la vuelta de la Supercopa allí.
Hoy cuando me enteré me ofrecí rápidamente voluntario para acompañarlo en calidad de traductor, como segurata o como pelador de pipas si hace falta y para mi gran sorpresa el capitán no sólo no se rió en mi cara, sino que me dijo que se lo sugeriría y que no sería la primera vez que un tripulante lo acompaña a un partido de fútbol.
No sé que pasará. En realidad no creo que el yate acabe yendo a Barcelona por mucho que me gustase poder ir allí y visitar a amigos que cómo yo decidieron buscarse la vida fuera de Vigo. Y ya no digamos lo de ver un Barça – Madrid en directo. Pero me alegra que la posibilidad esté sobre la mesa.
Cruzaré los dedos y me mantendré alejado de los paraguas.
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