Los yates mueven mucho dinero y la gente lo sabe. Y todos quieren tener un trozo del pastel. Estando amarrados en cualquier puerto es increíble la cantidad de gente que te deja su tarjeta para ofrecer toda clase de servicios. También es habitual que la gente te deje su curriculum directamente por si hay algún puesto de trabajo libre.
En cuanto a los curriculums somos malvadamente crueles. Pero es que te encuentras cada cosa… La gente que normalmente los va dejando por ahí no suele tener mucha experiencia así que suele llenar espacio describiendo empleos de un par de horas con un detallismo propio de una novela o poniendo sus éxitos deportivos como si fueran de gran interés para el trabajo.
Tengo archivados el curriculum de ases del golf y hasta del subcampeón del mundo de monopatín de Dios sabe que modalidad (Deportes muy relacionados con el mar y el trabajo en un barco) y de jardineros, gente con estudios en arte, maestros de escuela…
Luego está la gente que te ofrece servicios de algún tipo. Estos suelen ser por la general más útiles: Productos de limpieza, alquiler de coches, masajes, limpieza de alfombras. Suelo guardar estas tarjetas ya que siempre te pueden sacar de un apuro.
Y por último está los vendedores de humo que ofrecen servicios ridículamente caros a cambio de nada como son los limpiadores de aura o representantes de agua mineral procedente de icebergs.
Pero el otro día me llegó una tarjeta que me dio uno de los marinos que estaba de guardia que no sé en qué categoría meterla. La tengo delante y pone: Tuna de Filosofía y Letras de Tarragona. Ahí es nada. Y nos la dieron en Mónaco.
Un yate de lujo y la tuna. Beber vino de 500 euros a ritmo de Clavelitos. El tocino y la velocidad. Me dio pena no haber conocido al fulano que entregó la tarjeta de visita. Aitor pone aquí que se llama. Con dos cojones.
Tú sí que eres el viajero optimista.
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