En los dos últimos años he repartido mi tiempo casi a partes iguales entre España,
Grecia y Chipre. Con lo que me estoy convirtiendo en un experto en crisis financieras
de tanto vivirlas en directo. Y eso que yo de economía no tenía mucha idea.
Aunque parece ser que nadie la tenía, si no ya me diréis como nadie fue capaz
de ver venir esto. Supongo que los pocos que sí lo vieron abandonaron el barco
que se hundía hace tiempo como ratas, llevándose además todo el queso que
pudieron.
El caso es que el viernes pasado salió la noticia de que la Unión Europea aprobaba
un rescate a Chipre para evitar su bancarrota. A cambio, Chipre tenía que
reunir unos cinco billones de euros que iban a salir de los ahorros de la
gente. Entonces el gobierno chipriota se sentó en una mesa con un par de
banqueros y expertos (perdón que me da la risa) financieros para ver cuánto y a quien le iban a robar ese dinero.
Porque se mire como se mire, se trata de un simple robo aunque no hayan tenido ni
la vergüenza de taparse la cara como los bandoleros que son. Ni siquiera es un
impuesto que grave el combustible, el tabaco o cualquier otra cosa que la gente
pueda medianamente entender y soportar. Es quitarle a alguien parte de lo que
con su esfuerzo ha logrado reunir a lo largo de un tiempo. Y todo por la mala gestión
de unos pocos. Eso es difícil de encajar.
Y lo extraño de todo es que salvo un hombre responsable y coherente que cogió
una excavadora y se plantó en la entrada de un banco y unos pocos cientos en la
capital, la gente se ha indignado pero no ha protestado demasiado. Si hubiese
pasado en España... Claro que allí hubiese sido la gota que colmase el vaso. Aquí,
donde el paro sí que ha subido pero se mantiene en niveles aceptables y la
crisis se veía como algo que no les había afectado tanto, esto ha sido como una
bofetada que ha hecho a la gente abrir los ojos, pero no los ha despertado aun
de todo.
Durante toda la semana se ha seguido hablando de si se les quitará dinero a
los depósitos de más de cien mil euros o a todos. Que paguen los ricos, dice
mucha gente. Cien mil euros puede parecer mucho (yo desde luego no los tengo)
pero un pequeño empresario de esos que curran 26 horas al día puede tener esa cantidad
y no es que sea rico. Un jubilado británico que ha vendido su casa en Londres
para pasar los últimos años viviendo de alquiler en una isla donde no llueve
durante nueve meses al año también puede tener esa cantidad. Y no es rico. O un
capitán de barco de sesenta años que lleva currando desde los veintiuno.
Las soluciones alternativas al robo parece que pasan por Rusia para que
aporte ese dinero. Pero nadie presta millones de euros sin pedir nada a cambio.
Desde darle derechos exclusivos sobre el gas que encontraron hace no mucho al
sur de la isla gracias al cual se pensaban que iban a atar los perros con
longanizas o ofrecerles montar una base militar naval permanente. Ese podría ser el precio.Yo me inclinaría
más por esto último. Una tripulación de sedientos marineros rusos de permiso y
con ganas de fiesta reactivaría la economía de cualquier sitio. Al menos la de
los bares.
Hace un par de días, un anciano chipriota morenocho y arrugado como una
pasa con su frappé y su pitillo le
contaba a una periodista inglesa que a él no le importaría dar el 20 o incluso
el 30 por cien de sus ahorros para salvar el país.
Siempre que los responsables, tanto políticos como de cualquier otro tipo,
de condenar a la bancarrota a Chipre y a su casi millón de habitantes fueran a
la cárcel de por vida.
Le deseo suerte.
Hola, espero que te guste. Gracias por la invitación a los tuyos.
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