Os cuento,
resumiendo. Dejé el trabajo dónde llevaba casi siete años, me pasé un año entero
trabajando sólo tres meses repartidos en tres barcos distintos y ahora llevo
mes y medio en un barco nuevo. Eso laboralmente.
Y como este
barco se mueve algo más que el que estaba, y la gente me lleva pidiendo
tiempo que escriba más (La gente son mi familia y dos más, tampoco os penséis),
pues acabo de poner el blog de nuevo en la pestaña de favoritos.
Así que aquí
estamos, en Mónaco. La última vez que estuve aquí, que yo recuerde, el príncipe
se iba a casar con una ex atleta Sudafricana, tanto el príncipe como yo
teníamos dos hijos menos y algo más de pelo. No tengo pruebas pero tampoco
dudas de que existe una relación de causa y efecto en esto.
Hace un par
de semanas fue el salón náutico de aquí. No había estado desde el 2007, mi
segundo verano trabajando en esto de los yates. Non choveu nin nada. Aquel
verano, viendo los barcos de alrededor, vi hacia dónde tenía que apuntar mi
carrera. Y no erré mucho el tiro.
Algunas cosas han cambiado desde aquella, sobre todo yo. De aquella
era el más joven a bordo. Hoy soy el segundo más viejo, y porque el capitán
acaba de entrar en los 70. En el 2007 no tenía ni idea de que iba esto. Ahora
tampoco, pero lo disimulo mejor. De aquella, no sabía dónde estaría la
semana próxima, lo mismito que ahora.
Aún no le he
soltado a nadie la frase lapidaria que me dijo a mí mi primer primer oficial
sobre la experiencia y el tiempo que llevaba en el mar. Algo maravilloso sobre
lo que le colgaba de cierto sitio.
Pero
confieso que antes de ayer, después de endosarle un contundente tres – cero al
Fifa (Juego al que no jugaba desde hace años) a un marinero joven y un poco
chulito, no puede resistirme y le dije lo siguiente:
Niño, yo ya
jugaba a esta mierda antes de que tú nacieras.
Y lo jodido es
que es verdad.
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