martes, 18 de octubre de 2022

Venga, va

 

Os cuento, resumiendo. Dejé el trabajo dónde llevaba casi siete años, me pasé un año entero trabajando sólo tres meses repartidos en tres barcos distintos y ahora llevo mes y medio en un barco nuevo. Eso laboralmente.

Y como este barco se mueve algo más que el que estaba, y la gente me lleva pidiendo tiempo que escriba más (La gente son mi familia y dos más, tampoco os penséis), pues acabo de poner el blog de nuevo en la pestaña de favoritos.

Así que aquí estamos, en Mónaco. La última vez que estuve aquí, que yo recuerde, el príncipe se iba a casar con una ex atleta Sudafricana, tanto el príncipe como yo teníamos dos hijos menos y algo más de pelo. No tengo pruebas pero tampoco dudas de que existe una relación de causa y efecto en esto.

Hace un par de semanas fue el salón náutico de aquí. No había estado desde el 2007, mi segundo verano trabajando en esto de los yates. Non choveu nin nada. Aquel verano, viendo los barcos de alrededor, vi hacia dónde tenía que apuntar mi carrera. Y no erré mucho el tiro.

Algunas cosas han cambiado desde aquella, sobre todo yo. De aquella era el más joven a bordo. Hoy soy el segundo más viejo, y porque el capitán acaba de entrar en los 70. En el 2007 no tenía ni idea de que iba esto. Ahora tampoco, pero lo disimulo mejor. De aquella, no sabía dónde estaría la semana próxima, lo mismito que ahora.

Aún no le he soltado a nadie la frase lapidaria que me dijo a mí mi primer primer oficial sobre la experiencia y el tiempo que llevaba en el mar. Algo maravilloso sobre lo que le colgaba de cierto sitio.

Pero confieso que antes de ayer, después de endosarle un contundente tres – cero al Fifa (Juego al que no jugaba desde hace años) a un marinero joven y un poco chulito, no puede resistirme y le dije lo siguiente:

Niño, yo ya jugaba a esta mierda antes de que tú nacieras.

Y lo jodido es que es verdad.

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