lunes, 3 de junio de 2013

La penúltima vez



Otra vez a cara o cruz. A todo o nada. Otra vez pendiente de esos malditos bastardos de celeste que me quitan el sueño. Como si ya no tuviese yo preocupaciones de sobra.

Otra vez con el portátil a cuestas en busca de cafetería con internet y enchufes porque un Valladolid – Celta con un equipo que no se juega nada y otro que tiene pie y medio en segunda no le interesa a ningún canal de televisión del mundo.

Pero la cafetería está abarrotada y la conexión a internet va fatal. Malditos sean los griegos del Pireo que pese a la crisis se toman cafés de cuatro euros y saturan la conexión con sus smartphones. Iros para casa malakas. Imposible verlo. Pienso todo esto mientras conecto con Jacobo Buceta para que me cuente con su toque personal lo que sucede en Valladolid. Y de paso en otros cuatro campos más.

Y resulta que lo que pasa es que ni cara ni cruz. La moneda da un triple tirabuzón y cae de canto. Cuando termina la jornada sólo el Osasuna, mi candidato número uno al descenso, se ha salvado.

Vuelvo al barco haciendo las cuentas de la lechera. No sólo puntos, victorias y derrotas. Posibilidades de que vengan los dueños a bordo, de que naveguemos, de que pongan el partido en algún canal de los que podemos ver a bordo…

Y llegó el sábado. Y, casualidades de la vida, por primera vez este año ese día nos encontramos amarrados en Poros, dónde el año pasado viví el ascenso. Y JSC Sports +1 decide que este partido sí que lo va a televisar. Y quince minutos antes de que empiece me siento delante del televisor vestido con mi camiseta de entrenamiento del Celta de cuando Rubén Blanco aun se meaba en los pañales con una Mythos y un Sprite. Y todo es tan jodidamente perfecto que me temo lo peor. Gallego que es uno. Y marino. Mientras echo la bebida en el vaso me doy cuenta de que me tiembla la mano de puros nervios y me obligo a pensar que en realidad yo no me juego nada. Como si fuera tan fácil.

El partido es historia. Después de noventa interminables siglos el árbitro pita final. Son minutos de alegría y liberación después de toda una temporada de sufrimiento. Objetivamente habría que decir que no compensa. Pero medir sentimientos de manera objetiva es ridículo.

El resultado podría haber sido distinto. De hecho lo normal es que así hubiese sido. Y todo cambiaría. Y en realidad, nada cambiaría. Porque aunque eso hubiera pasado sé que no sería la última vez que me sentaría, nervioso, ansioso, expectante, en mi sitio de Balaídos, en el comedor de tripulación de un barco o en una cafetería en el quinto pino, a ver jugar a mi equipo.

Al menos el año que viene lo seguiré viendo en Primera.

Coma sempre, o de sempre…

1 comentario:

  1. Halaaaaaaaaaaaaaaaaa Celtaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaa¡¡¡

    desde casi al ladito del Estadio te deseo una muy buena travesía y mejor viaje por esos mares del diossssssssssss¡¡¡¡

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