martes, 10 de abril de 2018

El Verdugo (I)


Pasa, hijo mío, y siéntate junto a mí. Junto al fuego. Y escucha. Aprende quizás. Te contaré una historia. Una de miedo y valor. La historia del día en el que la voluntad de los hombres doblegó a La Naturaleza. Esta es la historia del descenso del Verdugo.

Fue un sábado de mediados de Febrero. Esas últimas semanas había llovido tanto que hasta el barco de la rotonda de Coia se estaba llenando de parejas de animales. Aquella mañana no llovió, pero hacía frío. Porque tú no sabes lo que es el frío John Nieve. –Abuelo, ¿Quién es John…?- ¡Calla! No sabes nada. Aquella mañana aprendimos lo que es el frío. Pero aun así nos pusimos nuestros bañadores y nuestras camisetas de andar por casa y bajamos el camino hasta el río mientras la hierba escarchada nos rozaba las pantorrillas allá dónde no nos cubrían los escarpines. Cual espartanos ligeros de ropa antes de entrar en batalla.

Llegamos al puente colgante y descubrimos que no había playa. Por fin miramos al río Verdugo a los ojos. Sólo vimos furia descontrolada. Los veteranos cruzamos una mirada rápida y asentimos. La retirada no era una opción. Y cruzamos el puente.

La maleza invernal lo cubría todo y dificultaba nuestro avance. Cuando por fin encontramos la pista, las zarzas ya habían hecho que las primeras gotas de sangre mojaran el suelo del bosque. Recorriendo los primeros metros del sendero conocido como “El camino de Songoku al planeta de Kaito” se nos pasó de todo el frío.

Pasamos “El acueducto del Vértigo” y, al fin, llegamos a la altura de “La Presa”. Agua. Agua y más agua desbordando por todos los lados. Con la vista fija en el destino que nos esperaba nos pusimos nuestros maltrechos neoprenos y nos preparamos para la segunda parte de nuestra aventura, aquella que pondría a prueba toda nuestra determinación, fortaleza física y anímica.

Pero primero nos hicimos una selfie, porque lo heroico no quita un poco de postureo.

Continuará.

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