El trabajo en un yate no es tan idílico como puede parecer desde fuera. Lo que pasa es que no haces fotos de cuando estás todo el día baldeando el barco y no escribes blogs sobre tu agotadora jornada de diecisiete horas. Ni siquiera está bien pagado considerando que casi siempre pasamos veinticuatro horas en nuestro puesto de trabajo.
Pero en todo hay clases y desde luego aquí también. Así que no es lo mismo el trabajo de un capitán que el de una azafata. Yo personalmente prefiero el de capitán.
El trabajo de azafata en un yate de lujo es un destroza personas, que aparte de sangre, sudor y lágrimas, suele incluir vómitos. He visto a chicas soltando varias de estas cosas a la vez. Así que el caso de nuestra última azafata, la suecovegetarianafumapuroswiskybebedora, que sólo aguantó a bordo cuatro días, no es una excepción. Ni siquiera es la estancia más breve que he visto en un barco.
Hace unos años, en otro yate, durante mes y medio de temporada de verano, circularon por nuestro barco unas diez o doce azafatas. Llegó a ser tal la cosa que mi jefe de máquinas preferido y yo hacíamos apuestas sobre cuánto tiempo tardarían las chicas en pedir la cuenta, en llorar o en decir eso de "yo no debería estar aquí". Como en cierta película carcelaria (quería incluir el video pero hubo problemas técnicos) pero sin cigarrillos. No es algo de lo que me sienta orgulloso.
Aunque tampoco es que me avergüence.
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