Un miércoles cualquiera

Ayer fue un día largo. La semana pasada recibimos todas las correcciones para las cartas náuticas y para los libros de las estaciones radioeléctricas así que llevo tres o cuatro días encerrado en la oficina del puente actualizando y corrigiendo cosas.

Algunas de estas correcciones son muy útiles: Si por ejemplo un barco se ha hundido cerca de un puerto y aun no lo han sacado del fondo es bueno saberlo y que esté marcado en la carta para que en vez de uno no haya dos. Otras no lo son tanto: Que una boya que está en el medio de ninguna parte se haya movido cinco metros y que ahora en vez de un destello cada tres segundos de dos, pues digamos que  ni me importa ni me va a afectar en la navegación.

Lo bueno que tiene esto es que uno aprende cosillas de actualidad y tonterías en general. Como que La República de Montenegro ahora se llama Montenegro a secas (todo son recortes con la crisis) o que la Bolivia de toda la vida se llama ahora Estado Plurinacional de Bolivia (¿estarán fichando políticos españoles?). También me quedó claro que Ho Chi Min Radio ahora se escribe Hochimin todo junto después de tener que tacharlo y escribirlo 24 veces en distintas partes del libro.

También descubrí un islote frente a Argelia que se llama Isla Cani. No me pareció mal lugar para mandar a todos los canis nacionales, teniendo en cuenta que es una roca de unos 5x8 metros.

Todo esto amenizado con música mayoritariamente de Sabina, que el segundo oficial confundió con los Gipsy Kings. Manda huevos.

Pero también y sobre todo fue un día largo por la espera del partido y por la inquietud que tenía por si, a pesar de todos mis preparativos,  sería capaz de verlo o no. Tanto el Dios del fútbol como el de internet me hicieron más caso que el de los cristianos.

Pero eso es otra historia.