¿Qué mejor plan hay para un domingo lluvioso que ir a visitar un acuario? Eso es lo que pensé hoy cuando me levanté. Por desgracia es lo que pensaron cientos de familias con niños chillones.
El acuario de Génova es uno de los mejores en el que he estado nunca. Aparte de lo habitual, tiene pingüinos, un cocodrilo, tortugas marinas, manatíes, ranas, colibrís… además tiene una sección dedicada a los primeros exploradores marinos, una dedicada a Madagascar, tiene un pequeño cine en 3D para los niños… vamos que disfruté como un enano.
El gran inconveniente es la gente. Y es que las personas suelen ser normales, pero cuando se convierten en gente se vuelven gilipollas. Ahora que hasta los niños de ocho años tienen cámaras digitales lo importante de ir al acuario no es observar lo que hay en él, es sacar fotos. Y si hay que dar codazos o empujones se dan, pero la foto se saca.
Es tal el afán por sacar la foto que hasta me dediqué un rato a observar a la gente en vez de a los peces. El Fotógrafus Imbécilus es un animal extraordinario. Sus ansias de capturar imágenes son tales que da igual si no ve algo con sus propios ojos, lo importante es que la cámara lo vea. Hubo Imbécilus que se marcharon sin ver los pingüinos por no esperar dos minutos a que la gente se dispersara un poco, eso sí, no sin antes levantarlos brazos a tope para poder fotografiarlos. Y yo esperando como un tonto cuando esta gente los puede ver en foto mil veces en su casa.
El Fotógrafus Imbécilus no hace caso a los cientos de advertencia que dicen que no se puede usar el flash, sus fotos están por encima de cualquier norma. Tampoco se para a leer ningún cartel de información (excepto el de los precios de la tienda de regalos) porque no necesita saber lo que está viendo. ¿Quien necesita aprender algo de un pez cuándo se tienen 118 fotos de ese pez?
También hay otro espécimen más peligroso que es el Imbécilus Comunis. Este no lleva cámara porque seguramente no sabe cómo utilizarla. El ejemplar típico es un hombre maduro tripón y ruidoso o joven con pelo pincho. Se puede reconocer porque golpea los cristales para llamar a los animales, come y fuma donde no debe y en general tiene la misma inteligencia y educación que los pingüinos del acuario. Sólo que los pingüinos visten mejor.
A pesar de todo pasé unas tres horas entretenidísimo. Nada ni nadie puede amargarme en un acuario. Mañana vuelta al trabajo. Es agradable tener un fin de semana para descansar. Casi me sentí cómo una persona con un trabajo normal de lunes a viernes.
Por poco tiempo.
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