En Génova me siento más como en casa que en cualquier otro sitio en el que haya estado. Será por sus parecidos con Vigo, ciudad costera de más o menos el mismo tamaño donde pasas del casco viejo turístico a Yonkiland en tres pasos, o porque me parece una ciudad acogedora pero el caso es que ahora que no tenemos planes de futuro espero que nos quedemos por aquí una buena temporada.
Estamos amarrados justo enfrente del puerto de dónde partieron a principios del siglo 20 hacia América, especialmente hacia Nueva York, la mayoría de los De Niro, Pacino, Capone y demás emigrantes italianos.
En nuestro día libre después de once días de non stop, hice algo que jamás había hecho en casa: Ir de rebajas. Así que después de una visita rápida a la Catedral y un paseo por la Vía San Lorenzo, enfilamos Vía XX de Septiembre, que es la calle de tiendas más conocida de la ciudad.
La verdad es que no vi nada del otro jueves, excepto algo de ropa de la marca Armata di Mare. Puede que a la mayoría esta marca no os diga nada pero es la marca de mi querida y desgastada cartera, con la que he recorrido medio mundo y que me acompaña desde que una persona muy querida me la regaló hace más de 15 años. Pensé que si esta marca hace la ropa igual de resistente, una camiseta podría durarme hasta la jubilación. Lo malo es que toda la ropa era del estilo de una persona que ya estuviera jubilada y con precios que sólo un jubilado con una muy buena pensión podría permitirse, así que otra vez será.
El objetivo de mis compras era un pantalón corto ya que en mi última excursión cultural uno los pocos que tengo a bordo sufrió las consecuencias de mi ímpetu saltarín. No encontré ninguno de mi gusto, aunque pudo ser debido a que en FNAC, dónde me entretuve casi una hora, no venden pantalones cortos.
Ahora que mi inglés ha alcanzado un nivel bastante aceptable me estoy planteando mejorar mi italiano así que pensé en comprarme un libro en la lengua de Berlusconi y un diccionario y empezar a hacer ejercicios gestuales con las manos. Puede que en mi próxima compra.
Al final sólo me compre dos camisetas, que ni siquiera me hacían falta. Esto en cuanto a las compras. Pero lo mejor de mi día en Génova fue sin duda alguna disfrutar de su gastronomía. Eso es otra historia.
Domani.
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