Arrebato pesimista superado. Y es que nunca hay que olvidar una frase mágica que le escuché hace ya tiempo a un profesor de matemáticas: Nunca pasa nada. Qué gran verdad.
Los invitados del chárter son mucho más agradables de lo esperado, la azafata que estaba enferma se recuperó a tiempo y sin contagiar a nadie y el mal tiempo que esperábamos se fue más al sur y sólo nos tocó un poco de refilón.
Pero, ¿Qué hubiese pasado si todo lo que podía haber salido mal saliese mal? Pues nada. La mitad de la tripulación andando como zombis griposos y febriles mientras la otra mitad está tirada en el baño echando por el retrete hasta la ostia de la primera comunión. Todo esto con un tiempo de perros en un barco que se mueve más que los precios. Y mientras, la mafia kazajo-rusa cagándose en nuestras matrioskas porque alguien ha estornudado en su ensaladilla. Señor le juro que eso es mayonesa.
Tampoco sería tan grave ¿no? Además tendría algo interesantísimo sobre lo que escribir. Mientras el barco siga a flote todo va bien. Y si se hunde, tenemos balsas y chalecos salvavidas de sobra.
Ante cualquier situación que pueda suponer un problema o un simple quebradero de cabeza siempre me hago la misma pregunta: ¿Qué es lo peor que podría pasar? La respuesta nunca me asusta demasiado.
A dos días de que termine el chárter parece que todo está saliendo bastante bien, otro mes que ya está terminando y el sol brilla. No hay razón para ser pesimista. De todas formas tuvimos un incidente relacionado con la mala suerte en los barcos, del que os hablaré tan pronto pueda. Uno puede ser optimista, pero no hay que confiarse.
Por si acaso, toquemos madera.
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