lunes, 11 de julio de 2011

Fin de chárter y fantásticas coincidencias


Que dos yates concretos que andan sin destino ni plan claro por el Mediterráneo se encuentren en la misma ciudad es una gran coincidencia. Eso ocurrió hoy cuando llegábamos a Génova entre el barco en el cual trabajan unos amigos y el nuestro.

Que de entre los cientos de amarres que tiene una ciudad grande como Génova, fuésemos a amarrar justo a babor del barco de mis colegas, me parece ya una coincidencia digna de estudio.

Pero que justo cuando nosotros estábamos amarrando y por fin puede decir hola, lo primero que me digan es que ellos están aligerando cabos porque se van en dos minutos a Niza, creo que es una paradoja espacio-temporal sorprendentemente ridícula por sus pocas probabilidades de que ocurra. Y una putada.

Después de once días con los americanos a bordo, el chárter se acabó y los dejamos sanos y salvos en Génova.  Un par de cosas saqué en claro de este chárter, además de una buena propina.

Portofino sigue estando en el primer puesto de lugares  más bonitos de la Riviera franco-italiana. Portovenere, donde nunca había estado, entra en el top 5. Sigo sin entender que tiene Saint Tropez de especial.

En general, parece que es cierto eso de que los estadounidenses andan bastante pez en geografía europea pero tienen una educación exquisita y no paran de decir gracias por todo. También dicen ¡wuuuu! Por todo como ya os comenté.

Aunque siempre he querido probar la carne de ballena (y de foca y de delfín, no me digáis que no tiene que estar buena a la brasa con toda esa grasilla goteando y un poco de chumichurri) pagaría bastante más dinero por verlas otra vez de cerca que por comérmelas.

A partir de hoy no tenemos ningún plan de futuro para el barco. No sabemos cuánto tiempo estaremos aquí ni a dónde iremos después.

Así que, como dijo el filósofo de boca torcida John Rambo: Voy a vivir día a día.

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