Me levanté y
vi que hacía diazo. Solete por primera vez en mucho tiempo. Temperatura
agradable ya por la mañana temprano. Venga va, hoy le voy a dar otra
oportunidad a lo de pasear por aquí, pensé. Y allí fui.
Hoy los
perros estaban tirados al sol. Menos gente trabajando, ya que era domingo.
Llegué al río maloliente relativamente pronto. Hoy, por la dirección del
viento, apenas olía. Esta vez sí puede seguir
el camino que había visto en el Google maps. La verdad es que el río estaba
lleno de patos, aunque no es que los patos destaquen por ser de las aves más
limpias.
Total, que
seguí el camino al lado del río y crucé el puente hacia el otro lado. Hasta
ahí, todo según mis planes. Pero ahí empezaron los problemillas. Primero,
porque una valla con alambrada de espino se interponía entre mi persona y la
continuación del camino por la otra orilla. Segundo porque el Google maps me
mandaba como ruta alternativa por el medio y medio de una fábrica con seguridad
en la entrada. Ahí se acababa mi paseo.
Pero bueno,
el sol seguía brillando, ya había caminado bastante más lo que me quedaba de
vuelta… ni tan mal. Pues de vuelta fui. Al par de minutos, me da el alto el
primer guardia de seguridad. Le enseño mi identificación y le digo a dónde voy.
Él ni papa de inglés. En español ya ni lo intenté. Cosas que sé decir en turco:
Buenos días, hola, gracias, vale, puerto, y una expresión tipo “que aproveche”
pero que se le dice a la gente que está trabajando. Sé saludar en árabe, que
aquí también se usa, y sé decir ojalá que literalmente es si “Dios quiere”. Y
ya está.
Entre el
traductor del móvil y gestos le explico que acabo de venir del otro lado,
cruzando el puente. Macho, me acabas de ver pasar hace un par de minutos en el
otro sentido. Hace una llamada y me dice que espere. Y espero. Al rato vienen
los refuerzos. Otro segurata y un tío de traje. El de traje habla algo de
inglés.
Me pregunta
de dónde vengo y a dónde voy. Me dan ganas de seguirle la corriente y
preguntarle cual es nuestro propósito en este mundo y si estamos solos en el
universo, pero me da que sería contraproducente. Le digo que simplemente quiero
volver al astillero. “Esto no es un astillero” responde; Gracias Sherlock. Le
enseño en el mapa de dónde vine. Le digo que sólo quiero volver allí. Le
explico que vine dando un paseo viendo los patos…
Al final Don
Trajeado apunta mi nombre en un papel, me dice que por allí no se puede andar
pero me deja pasar. Primera prueba superada.
Quedaban
más.
Continuará.
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