domingo, 19 de febrero de 2023

El turista accidental (I)

 

Me levanté y vi que hacía diazo. Solete por primera vez en mucho tiempo. Temperatura agradable ya por la mañana temprano. Venga va, hoy le voy a dar otra oportunidad a lo de pasear por aquí, pensé. Y allí fui.

Hoy los perros estaban tirados al sol. Menos gente trabajando, ya que era domingo. Llegué al río maloliente relativamente pronto. Hoy, por la dirección del viento, apenas olía.  Esta vez sí puede seguir el camino que había visto en el Google maps. La verdad es que el río estaba lleno de patos, aunque no es que los patos destaquen por ser de las aves más limpias.

Total, que seguí el camino al lado del río y crucé el puente hacia el otro lado. Hasta ahí, todo según mis planes. Pero ahí empezaron los problemillas. Primero, porque una valla con alambrada de espino se interponía entre mi persona y la continuación del camino por la otra orilla. Segundo porque el Google maps me mandaba como ruta alternativa por el medio y medio de una fábrica con seguridad en la entrada. Ahí se acababa mi paseo.

Pero bueno, el sol seguía brillando, ya había caminado bastante más lo que me quedaba de vuelta… ni tan mal. Pues de vuelta fui. Al par de minutos, me da el alto el primer guardia de seguridad. Le enseño mi identificación y le digo a dónde voy. Él ni papa de inglés. En español ya ni lo intenté. Cosas que sé decir en turco: Buenos días, hola, gracias, vale, puerto, y una expresión tipo “que aproveche” pero que se le dice a la gente que está trabajando. Sé saludar en árabe, que aquí también se usa, y sé decir ojalá que literalmente es si “Dios quiere”. Y ya está.

Entre el traductor del móvil y gestos le explico que acabo de venir del otro lado, cruzando el puente. Macho, me acabas de ver pasar hace un par de minutos en el otro sentido. Hace una llamada y me dice que espere. Y espero. Al rato vienen los refuerzos. Otro segurata y un tío de traje. El de traje habla algo de inglés.

Me pregunta de dónde vengo y a dónde voy. Me dan ganas de seguirle la corriente y preguntarle cual es nuestro propósito en este mundo y si estamos solos en el universo, pero me da que sería contraproducente. Le digo que simplemente quiero volver al astillero. “Esto no es un astillero” responde; Gracias Sherlock. Le enseño en el mapa de dónde vine. Le digo que sólo quiero volver allí. Le explico que vine dando un paseo viendo los patos…

Al final Don Trajeado apunta mi nombre en un papel, me dice que por allí no se puede andar pero me deja pasar. Primera prueba superada.

Quedaban más.

Continuará.

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