domingo, 21 de agosto de 2011

Morriña


Me encanta mi trabajo. El día que cambié Ciencias del mar por el mar a secas (nótese el astuto juego de palabras) acerté de pleno. Aquí aprendo y conozco algo nuevo todos los días. He experimentado y visto un millón de cosas extraordinarias. He visto naves ardiendo más allá de Orión… Ah no perdón eso era de otra peli. Y hasta he hecho algún amigo.

Hubo una época de mi vida que sacrifiqué ciertas cosas por el deporte que practicaba. Ahora sacrifico otras cosas, incluídas dicho deporte, por este trabajo. No me arrepiento, ya que fue mi decisión.

Pero echo de menos mi casa. Echo de menos tantas cosas y a tanta gente que en vez de un artículo en un blog para nombrarlos a todos necesitaría una especie de morriñapedia.

El gelatto de Génova es increíble, pero no puedo tomármelo viendo como el sol se pone tras las Cíes. Los vinos caros están muy bien, pero no los cambio por una copa de mi bar preferido de esas que te hacen crecer pelo en el pecho. La tripulación es como si fuera mi familia, pero es imposible compararse con mi familia.

Los nuevos amigos no pueden sustituir a los amigos de toda la vida. ¿Veinte años contra unos meses? Ni siquiera es una comparación justa. He visto cientos de mujeres guapas pero ninguna es mi mujer. Ni de lejos. Tú eres lo que más echo de menos.

Que nadie se preocupe porque me lo sigo pasando pipa. Sigo disfrutando de cada día como el primer día, dándole mayor importancia a las cosas buenas que pasan para compensar las malas, el optimismo no es sólo un título. Pero uno tiene sus momentos.

No quiero poner ningún nombre porque me olvidaría de muchos y no sería justo. Pero daros todos por aludidos. Os echo de menos. Sólo quería que lo supierais.

Perdón por el tono de hoy, ya estamos de camino a Grecia así que supongo que volverán las anécdotas graciosas en ese país de chiste, pero de momento...

Snif.

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